Expósitos.
Durante la Antigüedad y antes de la Edad Media, la pobreza extrema llevaba a decisiones que hoy resultan difíciles de comprender. Cuando una familia no podía alimentar a sus hijos, lo habitual no era abandonarlos, sino venderlos. Las niñas eran destinadas con frecuencia a la prostitución y los niños a trabajos agrícolas o forzados.
Esta práctica comenzó a cambiar en la Edad Media. El emperador Federico II de Suabia impulsó reformas legales que prohibieron, entre otras cosas, la venta de niñas con fines sexuales. La medida no eliminó el problema de fondo, pero lo transformó.
A partir de entonces se extendió una alternativa conocida como oblazione (oblación). En lugar de vender a los hijos, algunas familias los dejaban como “ofrenda” en conventos o instituciones religiosas, con la esperanza de que fueran alimentados y educados.
Para permitir el abandono anónimo, surgieron mecanismos como la ruota degli esposti (rueda de expósitos), un cilindro giratorio instalado en conventos y hospitales. El niño se colocaba dentro, se hacía girar la rueda y quedaba bajo la custodia de la institución, sin que nadie viera a quien lo dejaba.
Estos niños necesitaban un nombre y un apellido.
En Nápoles, los expósitos recibían el apellido Esposito, que significa literalmente “expuesto”.
En Florencia y Toscana, ligados al Spedale di Santa Maria degli Innocenti, se popularizaron los apellidos Innocenti, Nocenti o Nocentini.
En Milán, donde funcionaba el Ospizio di Santa Caterina della Ruota, cuyo símbolo era una paloma, los niños solían llamarse Colombo o Colombini.
En Pavía era común el apellido Giorgi, mientras que en Siena aparecía Della Scala.
En muchos casos, el apellido describía directamente la condición del niño:
Esposti, Orfano, Trovato, Ventura, Venturini, Ignoto, Incerto, Proietti, Spurio, Bastardo, entre otros.
El lugar donde se encontraba al bebé también influía:
cerca de una rueda, Rota;
de un puente, Da Ponte;
de una iglesia, Chiesa.
En los registros figuraban como hijos de “NN” (Nomen Nescio, nombre desconocido) o de “madre ignota”. De esta expresión derivó con el tiempo el término despectivo “mignotta”, muestra de cómo el estigma social sobrevivió incluso cuando la intención era proteger el anonimato.
Estos apellidos, todavía presentes hoy, no son simples palabras heredadas. Son rastros de un pasado donde la supervivencia, la vergüenza social y la caridad institucional se entrelazaban, dejando marcas que atravesaron siglos.
La historia de los expósitos recuerda que muchos nombres nacieron no del linaje, sino de la necesidad.
Datos Históricos

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