¿Confesar? ¿Qué?
¿Confesar? ¿Qué? Si la risa era lo único bueno, era un cojín, era como comerse una pera, era como meter los pies en un salto de agua un día de verano. No habría dejado de reírme ni por todo el oro del mundo ni por todos los males del mundo. La risa me libró de los brazos, piernas y manos que tan fielmente me habían acompañado hasta entonces, y de la piel que había cubierto y descubierto tantas veces, y me lavó las heridas y la tristeza de las cosas que te pueden hacer los hombres.
Canto yo y la montaña baila.
Irene Solà
AnA OrnY

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