Los abecedarianos.


 
Los abecedarianos: una secta protestante que hizo de la ignorancia una virtud "divina"

Durante los turbulentos años de la Reforma Protestante, cuando Europa parecía un hervidero de nuevas interpretaciones religiosas, dogmas en conflicto y rebeliones espirituales, surgió una secta cristiana tan absurda como insólita: los abecedarianos. Su nombre proviene del “abecedario”, lo cual es irónico, ya que se caracterizaban precisamente por rechazar todo tipo de educación formal, abogando por la ignorancia como si fuera una virtud sagrada.

Los abecedarianos eran una secta radical de inspiración protestante que se formó brevemente en la Alemania del siglo XVI, específicamente en Sajonia. Su líder fue Nikolaus Storch, un tejedor de la ciudad de Zwickau, quien alrededor de 1520 encabezó este movimiento de delirio místico antintelectual. Influenciado por los taboritas de Bohemia (una facción radical husita, es decir, de seguidores del teólogo bohemio Jan Hus), Storch defendía que “la verdadera fe” no estaba en los libros ni en las Escrituras, sino que debía basarse exclusivamente en sueños, visiones y revelaciones personales, supuestamente enviados directamente por “Dios”.

El movimiento era, pues, una reacción fanática a la institucionalización de la Reforma. Mientras Martín Lutero promovía la lectura personal de la Biblia como alternativa al dogma católico, los abecedarianos, por el contrario, rechazaban la Biblia, el aprendizaje, la alfabetización y la teología. Su visión era tan simplista como peligrosa: si “Dios” realmente quiere que alguien entienda algo, lo hará por vía sobrenatural, sin necesidad de maestros, libros, ni estructuras educativas. En su retorcida lógica, estudiar teología o aprender a leer no sólo era innecesario, sino una forma de arrogancia humana que ofendía la omnipotencia divina.

Esta forma de espiritualidad basada en la ignorancia voluntaria, es uno de los ejemplos más nítidos del anti intelectualismo religioso, una enfermedad mental que ha plagado muchas tradiciones religiosas a lo largo de la historia. La doctrina de los abecedarianos implicaba también el rechazo al bautismo infantil, las jerarquías eclesiásticas y cualquier tipo de organización religiosa tradicional. Para ellos, lo único válido era la experiencia interna e individual con la divinidad. No había lugar para la razón, el estudio o el análisis crítico.

Naturalmente, la secta cayó rápidamente en desgracia. El propio Philipp Melanchthon, estrecho colaborador de Lutero, criticó duramente a Storch y su grupo, censurando sus enseñanzas como peligrosas y ridículas. Y la falta de estructura, la marginación ideológica y la incapacidad de sostenerse intelectualmente, llevaron a la rápida extinción del movimiento abecedariano. No pudieron competir con las doctrinas más organizadas y coherentes de otros reformadores protestantes. Y en menos de una generación, habían desaparecido del mapa.

Desde nuestra perspectiva crítica y secular, el caso de los abecedarianos nos muestra cuán profundamente puede degenerar la religión, sobre todo cuando se desconecta demasiado del pensamiento racional y el conocimiento. En el caso de esta secta, convirtió la ignorancia en una especie de virtud espiritual, promoviendo el analfabetismo como un camino hacia la salvación. Pero en el fondo, lo que hicieron fue ponerle un halo de santidad a la estupidez.

Pero en el fondo ellos no fueron una excepción, sino más bien una expresión extrema del mismo veneno que ha impregnado las religiones durante siglos. El desprecio por la ciencia, la censura de libros, la quema de herejes por pensar diferente, el miedo al libre pensamiento… todo eso ha sido —y en muchos casos sigue siendo— parte integral del legado religioso. En realidad, lo que hicieron los abecedarianos fue sincerarse: dejaron de fingir que la religión busca la verdad, y aceptaron abiertamente que para muchos creyentes la ignorancia es sinónimo de fe.

Recordar a los abecedarianos no es sólo un ejercicio de curiosidad, sino más bien un recordatorio de lo que sucede cuando la fe se transforma en una excusa para no pensar, y permitimos que las supersticiones suplanten la razón. Pero si queremos una sociedad libre, justa y verdaderamente humana, no debemos rendir culto al “Dios que ilumina sin libros”, ni a ningún otro dios, sino encender las luces del pensamiento crítico, la educación y el conocimiento.

Porque, a fin de cuentas, no hay mayor herejía —para los fanáticos— que una mente que se atreve a pensar.

[Godless Freeman]

[Crédito de imagen: Biblioteca de la Universidad de Sevilla]

Referencias:

https://www.newadvent.org/cathen/01035b.htm



https://www.labrujulaverde.com/.../abecedarianos-la-secta...



https://www.newadvent.org/cathen/01035b.htm



https://es.wikipedia.org/wiki/Nicol%C3%A1s_Storch

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