𝙽𝔢𝔠𝔢𝔰𝔞𝔯𝔦𝔬𝔰, 𝔭𝔢𝔯𝔬 𝔫𝔬 𝔦𝔫𝔡𝔦𝔰𝔭𝔢𝔫𝔰𝔞𝔟𝔩𝔢𝔰,

 𝙽𝔢𝔠𝔢𝔰𝔞𝔯𝔦𝔬𝔰, 𝔭𝔢𝔯𝔬 𝔫𝔬 𝔦𝔫𝔡𝔦𝔰𝔭𝔢𝔫𝔰𝔞𝔟𝔩𝔢𝔰

Es cierto: todos somos necesarios.

Cada gesto, cada palabra, cada presencia deja huella.

En una familia, en un equipo, en una comunidad, la ausencia de uno se nota. Se siente. Se lamenta.

Pero también es cierto: nadie es indispensable.

La vida sigue, el mundo se adapta, las piezas se reacomodan.

Y eso no es crueldad, es realidad.

Ser necesario no significa que el mundo se detenga sin ti; significa que tu paso importa, que tu aporte suma, que tu presencia transforma.

También significa que puedes soltar, que puedes descansar, que puedes irte sin culpa.

Porque si todo dependiera de ti, no habría espacio para respirar.

La madurez está en entenderlo: tu valor no se mide por cuán irremplazable eres, sino por lo que eliges aportar mientras estás.