Los cuentos de nuestra familia vienen siempre adornados con juicios de valor.


 Llevamos en nuestra memoria celular la energía de nuestros ancestros. Viven en cada una de nosotras dentro de nuestro cuerpo, de nuestro color de piel y de ojos; viven en nuestras formas de cadera o de pechos, en nuestra altura, en nuestro tono de voz.

A veces sabemos mucho de nuestros abuelos y bisabuelos y de los abuelos de ellos. A veces no sabemos nada, ni siquiera de nuestros padres biológicos. Sin embargo, conocer sus historias o no conocerlas no nos impedirá tomar contacto con nuestro linaje porque cada una de nuestras células tiene memoria. Allí está el mensaje.
Los cuentos de nuestra familia vienen siempre adornados con juicios de valor. A partir de ellos hemos idolatrado o denostado a la abuela, alabado o condenado a una tatarabuela, etiquetado al abuelo de malo, a la bisabuela de amargada, a la tía abuela de enojona, al tatarabuelo de inteligente. Lentamente, cada antepasado ha sido clasificado en bueno o malo según el relato de algún integrante familiar.
El ab e imaginación y tocan temas que forman parte de la herenciasolutismo solo nos invita a clasificar de manera excluyente, olvidando que todos ellos y todas ellas viven en nosotras. Nos pasamos la vida queriendo sacarlos y excluirlos sin siquiera darnos la oportunidad de crear una historia sin aderezos ajenos.
Despertar y crear tu propia existencia requiere una gran tarea y reconocer a tus ancestros sin la cuota de “buenos” o “malos” es necesario o liberador, porque las personas y las experiencias no son buenas o malas, simplemente son para que les demos sentido en nuestro camino evolutivo y de sanación.
_______Guillermina Lopata
Ilustración Petya Konstantinova

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