Catherine Hogarth —la esposa de Charles Dickens— .
Ella le dio diez hijos y enterró a tres con sus propias manos. Lo siguió al otro lado del océano, compartió con él la fama y la lucha, y sostuvo un hogar que nunca dejaba de moverse.
Y, sin embargo, Catherine Hogarth —la esposa de Charles Dickens— fue apartada, culpada y finalmente olvidada.
Dickens, celebrado como uno de los grandes genios de la literatura victoriana, la acusó de ser “gorda, perezosa, celosa y aburrida”. No dudó en exponer su vida íntima ante el público, publicando una carta en la que se presentaba como víctima de un matrimonio fallido. El mundo lo compadeció a él; pocos repararon en el sufrimiento de ella.
Pero, ¿quién no se sentiría agotada tras diez embarazos? ¿Quién no subiría de peso, o se quebraría de dolor al enterrar a sus propios hijos? Catherine no era débil. Era una mujer fuerte, que resistió durante años en silencio.
Su matrimonio no terminó por sus supuestas faltas, sino porque Dickens se enamoró de una actriz mucho más joven, Ellen Ternan. En la Inglaterra victoriana, el divorcio era prácticamente imposible, así que Catherine se convirtió en el chivo expiatorio. El escritor llegó incluso a mandar construir un muro en su propia casa para mantenerla separada.
Un día, Catherine se puso el sombrero, salió por la puerta y nunca volvió. Perdió a sus hijos, su hogar y su lugar en la sociedad. Fue marginada por la prensa y borrada de la memoria colectiva, mientras Dickens continuaba su carrera gloriosa.
Antes de morir, solo pidió una cosa: que se publicaran las cartas de amor que Dickens le había escrito en su juventud, para demostrar que había sido amada de verdad. Ese deseo le fue negado.
Hoy, poco a poco, su figura se rescata del olvido. Catherine Dickens no fue una carga, como él quiso pintarla. Fue una sobreviviente de un matrimonio desigual, una mujer silenciada en un tiempo en que las voces femeninas rara vez eran escuchadas.
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