El café se enfría, ¿sabías?
Y no por falta de amor… sino porque lo dejas ahí, esperando a que el caos baje, a que la lista de pendientes se acomode sola o a que alguien te diga: “ya puedes descansar”.
Y mientras tanto, el día corre.
Corre como esos perros callejeros que no miran atrás, que no preguntan si vas lista.
Pero mira, una llega a una edad en la que ya no está para dejar que el día la arrastre como trapeador.
Una ya aprendió que si no se sienta a tomar ese café —aunque sea frío— y a ponerle orden a su propia vida con elegancia y carácter, nadie más lo hará.
Y ojo, que no hablo de tener todo bajo control, ¿eh?
Hablo de mirarte al espejo y decirte:
“Hoy no me voy a desdibujar por nadie. Hoy no me dejo para después.”
Así que sí, el café se enfría, el día corre…
pero tú decides: o te subes con dignidad a esta montaña rusa diaria, o te quedas en la banca esperando a que todo sea perfecto para empezar a vivir.
Y te digo algo: lo perfecto no llega. Pero tú sí puedes llegar…
Con el cabello alborotado, sí.
Con la mirada cansada, también.
Pero firme.
Y eso… eso ya es elegancia de la buena.
Mika MagTorre
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