Una joven vierte cuidadosamente perfume en una ampolla.


 
El fresco fue encontrado en una residencia aristocrática cuyos restos se encuentran hoy bajo la Villa de la Farnesina, en el distrito de Trastevere de Roma.

Una joven vierte cuidadosamente perfume en una ampolla.
Los perfumes. El propio origen de la palabra proviene del latín, perfumum, y ya nos está indicando su volatilidad: olor «por medio del humo», ya que en su origen los aromas para perfumar el ambiente se obtenían quemando resinas, raíces y maderas olorosas. Una presencia correcta exige, entre otras cosas, no oler mal; los satíricos —tendremos repetidas ocasiones de hablar de ellos— han usado y abusado de este tópico en sus poemas y epigramas para mostrarse especialmente sensibles a las apariencias y los olores. Por eso, si bien fustigaban despiadadamente con sus versos los malos olores y la halitosis, no ahorraban críticas a los que hacían un uso excesivo de esencias aromáticas y perfumadas: pomadas, ungüentos, tintes o bálsamos que huelen a canela, nardo o mirra los identifican como invertidos. En general se estimaba que non bene olet qui bene semper olet, es decir «no huele bien el que siempre huele bien» —o al menos así fue anotado en sus Epigramas por Marcial—, pero tampoco había en esto una opinión social única. El liberto Cosmo fue el padre putativo de la cosmética y lo encontramos precisamente en esta Roma del siglo I produciendo y distribuyendo esas sustancias a romanos y romanas por igual; sus productos se comercializaban en tiendas especializadas, las tabernae unguentaria, agrupadas en un barrio específico (Vicus Unguentarius).
Incluso Plinio aporta los ingredientes de una de estas recetas, compuesta de flor de rosa, aceite de azafrán, cinabrio, cálamo aromático, miel, junco oloroso, flor de la sal, orcaneta y vino. Por su parte un tal Dioscórides escribió una soporífera obra que llamó De materia medica, la cual sería algo así como la biblia de los farmacéuticos. Allí precisa incluso las cantidades de cada ingrediente, como los mil pétalos de rosa que, según indica, han de utilizarse para obtener el perfume de dicha flor.
El fresco data del siglo I a.C. Actualmente se conserva en el Palazzo Massimo (también en Roma)W   Web

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