El Último Silencio de Téron. (El León sin amo 🦁)
Mucho antes del sitio, Téron era conocido como “el león sin amo”. Fue gladiador, esclavo, y luego comandante de las legiones del este. Ganó batallas con espada y otras tantas con la mirada. Pero un día, en la cumbre de su gloria, abandonó todo sin explicación. Se retiró a una vieja torre costera, donde pescaba y escribía pensamientos que nadie leía.
Los rumores decían que hablaba con los dioses. Otros decían que había matado al emperador en secreto.
La verdad era más simple:
Téron estaba cansado de pelear batallas ajenas.
Años después, un nuevo régimen surgió entre sangre y fuego. Aseus, un joven ambicioso, se coronó emperador tras traicionar a sus aliados. Buscando consolidar su poder, ordenó que todos los antiguos héroes del imperio marcharan ante él y lo reconocieran públicamente como su legítimo señor.
La ciudad tembló. Muchos corrieron a jurarle lealtad.
Pero Téron… no se presentó.
Tres días después, lo capturaron frente al mar.
Pescaba, tranquilo. Cuando los soldados llegaron, ni siquiera alzó la vista.
El juicio fue un espectáculo público.
El emperador, vestido con túnica púrpura y corona de laurel, habló ante la multitud reunida en la plaza central:
—“Téron el indómito… has sido llamado para servir al nuevo orden. Basta una sola frase para vivir: ‘Acepto al emperador como mi señor’.”
Téron lo miró como quien observa a un niño jugando con un cuchillo.
—“¿Y si no la digo?”
—“Morirás. Aquí. Ahora. Como ejemplo.”
Téron sonrió, sereno.
—“¿Y crees que eso te hará más fuerte?”
El emperador se levantó, irritado. Caminó hasta él, y en voz baja le dijo:
—“No eres un dios, viejo. Sólo otro nombre que el polvo tragará.”
Téron, aún encadenado, bajó la cabeza… y luego la alzó, como si escuchara algo en el viento.
—“Ya he muerto muchas veces: cuando maté por órdenes que no entendía, cuando obedecí por miedo, cuando callé ante injusticias. Lo que queda de mí ya no puede ser amenazado.”
El verdugo alzó su espada.
El público contenía el aliento.
Pero en lugar de suplicar, Téron cerró los ojos y se quedó en silencio.
Un silencio tan absoluto…
Que por un instante, el propio emperador dudó de sí mismo.
Dicen que cuando la cabeza de Téron cayó, el cielo se nubló repentinamente.
Otros juran que se oyó un trueno, aunque no había nubes.
Pero lo que nadie pudo negar es esto:
Ese silencio se volvió más fuerte que cualquier grito.
Esa noche, un centinela escribió en su diario:
“Hoy vi morir al hombre más libre que he conocido.
El único que eligió perderlo todo para no perderse a sí mismo.”
Nuestra lección Estoica:
Quien domina su voluntad, ya no puede ser dominado.
A veces, el más poderoso no es el que manda, sino el que sabe callar cuando todos gritan.
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