A los diez años, creía que el mundo era de los adulto.




A los diez años, creía que el mundo era de los adultos. Podían hacer el amor, fumar, beber a su antojo, ir a dónde quisieran pero, sobre todo, aplastarnos con su poder indomable. Ahora sé, por larga experiencia que, en realidad, no hay adultos, solo niños envejecidos.

Quieren lo que no tienen : el juguete de otro, tienen miedo de todo, obedecen siempre a alguien, no disponen de su existencia, lloran por cualquier cosa, pero no son valientes como lo fueron a los diez años.
... Lloran, lo hacen de noche, en silencio y a solas.
- José Emilio Pacheco.
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