La Sombra en el Agua: La Leyenda del Patio de los Arrayanes
Cuando la luna llena ilumina los muros de la Alhambra y el viento susurra entre los arcos del Patio de los Arrayanes, el agua de la alberca refleja algo más que el cielo estrellado. Dicen que en las noches más silenciosas, una sombra cruza la superficie del estanque sin que nadie la cause. Es la huella de un amor traicionado, el recuerdo de un destino sellado en la Granada nazarí.
El Jardín del Sultán
En los días de esplendor del reino nazarí, el Patio de los Arrayanes era el corazón de la vida palaciega. Rodeado de columnas y con su gran estanque reflejando la elegancia de los palacios, este patio no solo era un símbolo de poder, sino también de belleza y contemplación. En él paseaban poetas, visires y príncipes, y sus murallas fueron testigos de secretos que jamás se pronunciaron en voz alta.— en Patio De Los Arrayanes, La Alhambra, Granada.
Uno de esos secretos era el de Safiya, una joven de la nobleza nazarí, conocida por su inteligencia y gracia. Hija de un influyente consejero del sultán, su vida estaba destinada a ser un ejemplo de obediencia y rectitud. Pero el destino quiso que su corazón le perteneciera a alguien prohibido: Idris, un soldado de la guardia real, cuya única riqueza era su lealtad al reino.
Un Amor Reflejado en el Agua
Cada tarde, mientras el sol descendía y el viento mecía los arrayanes, Safiya encontraba excusas para caminar junto al estanque. Idris, apostado en su guardia, la observaba en silencio, sin atreverse a hablar. Pero bastaba con que sus miradas se cruzaran reflejadas en el agua para que supieran que su amor era real.
Durante meses, su amor creció en secreto, sostenido por miradas robadas y palabras susurradas en los corredores del palacio. Hasta que, una noche, su encuentro fue descubierto por un celoso visir que ansiaba desposar a Safiya. Desatando su ira en la corte, acusó a Idris de deslealtad y lo condenó a muerte por haber osado amar a quien no le correspondía.
La Maldición del Estanque
Cuando Idris fue apresado, Safiya suplicó al sultán por su vida, pero sus ruegos fueron en vano. Se dice que la noche de la ejecución, mientras el viento agitaba los cipreses, ella corrió al Patio de los Arrayanes y se arrodilló junto a la alberca. Lloró tanto que sus lágrimas se mezclaron con el agua del estanque, creando ondas en su superficie, como si la propia Alhambra compartiera su dolor.
Cuando el amanecer llegó, la condena se había cumplido. Idris había desaparecido, pero su reflejo no. Desde aquel día, cuando la noche cae sobre el patio y la luz de la luna cubre el agua, muchos aseguran ver una sombra que atraviesa la alberca, un movimiento sutil que rompe la quietud del reflejo perfecto. No es el viento, ni es un pez. Es la presencia de Safiya, buscando en el agua el rostro de Idris, esperando ver en su superficie lo que el destino le arrebató.
Un Recuerdo en la Eternidad
El Patio de los Arrayanes sigue en pie, con su estanque impasible y sus arrayanes perfumando el aire. Pero los que caminan en sus galerías de noche sienten que no están solos. Dicen que, si se observa el agua el tiempo suficiente, en algún momento su superficie se agita sin razón aparente, como si una sombra invisible aún caminara junto a ella. Es el eco de una historia jamás contada, la prueba de que el amor, aunque prohibido, puede vivir para siempre en el reflejo de la Alhambra.
La Alhambra de Granada, Andalucía, España
Comentarios
Publicar un comentario