La obra de arte más decepcionante del mundo.

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De hecho, muchos visitantes del Louvre se sienten decepcionados cuando se encuentran en mi presencia.


Cada día vienen a verme unas 30.000 personas, casi 10 millones en un año. Hacen largas colas sólo para una foto o un selfie. Tienen expectativas muy altas: después de todo, lo sabemos, ¡son el cuadro más famoso del mundo! Luego, cuando se encuentran frente a mí, tan pequeños, abrumados por toda esta multitud de fans, se van diciendo que yo no era tanto después de todo...


Los entiendo, pobrecitos.


Simplemente son ignorantes, en el sentido de que ignoran mi historia.


En primer lugar no son un cuadro, sino una TABLETA. Una tablilla de álamo de tan solo 77X53 cm. Quizás quién sabe lo que esperabas. Mi padre, Ser Leonardo Da Vinci, comenzó a pintarme en Florencia en 1503, borrando otro cuadro que estaba debajo de mí.


Represento el retrato de Lisa Gherardini.


De hecho también me llaman la MONNA LISA.


Monna es el diminutivo de "Madonna", la palabra latina "Mea domina", mi señora. Lisa era la esposa de Francesco del Giocondo. Por eso mi nombre es Gioconda, porque fui su esposa, no porque sonría feliz.


Pero Leonardo nunca me vendió.


De hecho siempre me llevaba con él, me adoraba, yo era su cuadro favorito. Me retocaba constantemente. De hecho, como dice Vasari, soy "IMPERFECTO", nunca he estado terminado, ¿lo sabías?


Estaba en el dormitorio con él en Amboise, Francia, cuando Leonardo murió en 1519. ¡NUNCA fui robado por los franceses! Pero comprada regularmente por el rey de Francia Francisco I, que era un gran admirador mío. Así que cada vez que vosotros, los italianos, decís a los franceses: ¡Devuélvenos la Mona Lisa!


¡Mi casa está aquí, en París!


Con el tiempo me robaron, me desfiguraron, tiraron mi pintura. Duchamp me puso bigote, Andy Warhol me hizo pop, Botero gordito, Banksy un muyahidín con lanzacohetes. Soy un ícono moderno, una estrella o más bien una verdadera súper estrella.


Y hay muchos secretos que se esconden en mí.


A partir de mi misteriosa sonrisa.


Algunos dicen que sonrío porque Leonardo, mientras me pintaba, llamó a músicos y payasos para entretenerme. Otros, como Dan Brown en su Código Da Vinci, afirman que soy la versión femenina del propio Leonardo. Freud dijo que yo era un querido recuerdo de infancia de Leonardo, tal vez su madre.


¡Todas tonterías!


Sonrío, porque cuando os veo llegar a todos sin aliento delante de mí, en este turismo de masas apresurado e ignorante, sin contemplación, veo vuestras caras decepcionadas y comprendo que no habéis entendido NADA de mí. ¡Por eso sigo y seré para siempre la imagen más bella del mundo!

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