Hijo de dos madres.
Yo soy hijo de dos madres. Siempre lo cuento no porque crea que sea algo especial, sino porque me parece que es importante visibilizarlo. Además soy hijo de dos madres que se deseaban, soy hijo de dos madres que fo11aban. Mis madres no eran dos viudas que se juntaron para hacerse compañía, no eran dos solteronas que adoptaron, no eran solo amigas, ni tampoco compañeras de piso. Me gusta incidir en el deseo porque lo que molesta, siempre, es el deseo ajeno. Lo que no se tolera es el placer provocado en el que el hombre no es imprescindible. También porque en un afán por despolitizar la disidencia se recubre ésta con el halo del amor, del romanticismo, porque así parece que todo el mundo lo tolera, love is love pero que sus guarradas las hagan en sus casas lejos de nuestros niños, estar enamorado o enamorada no debería ser el requisito para dotar de dignidad a nuestras existencias.
Mis madres nunca se escondieron. Ni antes de conocerse, ni después. No fue fácil. Dudas, insultos, destierros, señalamientos, miedo, pensar que había algo malo en ellas, algo loco, algo que podía ser curado, van a sufrir por tu culpa, a saber cómo saldrán con ese entorno, sin un padre habrá una carencia. Mis madres, para demostrarse cariño en público, antes de tocarse, de besarse, de abrazarse, se decían en alto “Feliz cumpleaños” porque esto permitía socialmente las muestras de afecto entre ellas. Hace poco le pregunté a mi segunda madre cómo había sido ser lesbiana en un lugar pequeño, entre los años 70 y 90. Me dijo que ella jamás contempló la posibilidad de vivir su vida sin hacer lo que sentía, que solo tenía una vida y que no iba a dejar que los demás le dijeran lo que tenía que hacer. Así que cuando alguien le gritaba lesbiana, ella le respondía: ¡Y tú adivino!
De ser hijo de mis dos madres aprendí que la normalidad es una mentira cósmica por la que no siento la más mínima curiosidad, aprendí que poder estar cerca de la diversidad humana, habitarla a pesar del dolor, es una fortuna porque te enseña a no juzgar y no juzgar, hace y te hace libre. Ellas quitaron las malas hierbas de un precioso camino con sus besos, me hicieron crecer escuchando sus gritos de placer y de diversión, orgasm0s y copas que chocan, me abrieron el mundo con las manos desde el sillón de nuestra casa.
Yo sé lo que es cumplir años todos los días.
Hacer la música tan alta y tan alegre, que es imposible escuchar el ruido de los demás.
Roy Galan
Comentarios
Publicar un comentario