Los tres monos sabios.
Cuenta la leyenda que los dioses se encontraban muy ocupados con sus respectivas obligaciones y no podían visitar a los seres humanos tanto como deseaban. Es por esto que decidieron enviar representantes de confianza a la tierra para que les informaran como se comportaban y actuaban las personas, y se hacerlo fuera de las normas debían castigarlas.
Esta tarea les presentó un gran problema, pues no sabían quien era el emisario más adecuado para cumplir esa importante misión. Pensaron en primer lugar, en un elefante, pero se dieron cuenta que era muy grande. Seguidamente, pensaron en cocodrilos, pero sabían del temor y el peligro que estos ocasionaban a las personas. Luego en las hormigas coloradas, pero tampoco les gustó la idea al imaginarse a estas sobre los hombres, haciendo de las suyas.
Finalmente, un consejero les habló de los tres monos: Kikazaru, Iwazaru y Mizaru, los que tenían fama y prestigio debido a su gran sabiduría. Los dioses, decidieron convocarlos y enviaron a un sirviente, vestido con un atuendo dorado a la aldea en donde habitaban los monos.
Éstos, al oír la propuesta, no dudaron en aceptar la misión y es así que emprendieron su camino al lugar a donde los habían mandado los dioses. La Tierra.
En su viaje, los tres monos conversaban entre ellos, sobre la misión que se les había encomendado. Kikazaru señaló que le había costado tomar la decisión porque tenía esposa e hijos pero que no podía negarse porque era una petición de los dioses. Mizaru estaba encantado porque al lugar donde se dirigían estaba lleno de apetitosas bananas, Iwazaru por su parte, se mostraba preocupado por el trabajo que tenían que realizar porque no quería espiar a las personas ya que las consideraba malvadas y con grandes secretos y eso representaba mucho trabajo a la hora de informar a los dioses.
El primer sitio señalado por los dioses
era una densa selva , que todavía no estaba habitada por humanos. Los tres monos comprobaron que en verdad era un lugar especial, lleno de árboles, frutas, palmeras y una hermosa choza para refugiarse y claro, las tan ansiadas y esperadas bananas, que hicieron la delicia de Mizaru, quién al poco tiempo ya había engordado muchísimo.
Al tiempo, llegaron los seres humanos y comenzaron a poblar el lugar. Construyendo casas para sus familias y animales. Todo se veía muy bien y ante los ojos de los tres monos, las personas parecían felices y tranquilas, cada quien dedicado a su trabajo, guardando normas y comportándose correctamente.
Sin embargo, al pasar el tiempo, todo cambió. Llegó la lluvia, y llovió tanto y por muchos días que las personas dejaron de realizar sus trabajos y se quedaban bajo techo. Las mujeres se comenzaron a reunir en lugares donde cocinaban y aburridas, empezaron a hablar mal una de las otras y allí se iniciaron los problemas. Por su parte, los hombres, como entretenimiento, luchaban entre ellos, pero terminaban peleando, lastimados y muy golpeados e incluso los niños cansados y aburridos también, hacían travesuras cada vez más intensas.
Los tres monos, observando toda esa situación, quedaron sorprendidos, porque los humanos, no habían actuado anteriormente así. Siempre se mostraban alegres y tranquilos, en especial en los días de sol cuando podían salir a trabajar.
Al observar ese comportamiento inadecuado de la gente, se vieron en la obligación de informar a los dioses.
No lo querían hacer, consideraban que a pesar que los humanos habían actuado mal, generalmente, tenían momentos buenos para con todos los que estaban a su alrededor, pero ellos no podían desobedecer a los dioses.
Después de mucho discutir, en si debían cumplir la misión o no, encontraron una solución: decidieron ellos mismos imponerse una pena, la cual era perder un sentido para no tener que acusar a las personas cada vez que estas actuaran mal y se comportaran de manera indebida. Por eso acordaron que Kikazaru perdería la audición para no escuchar aquellas cosas malas, Mizaru, perdería la visión para no verlas y finalmente Iwazaru, no hablaría, para no tener que contar todo aquello.
Los monos pensaron que al no poder comunicar los actos de maldad que los hombres cometían, los dioses les quitarían la penosa carga de acusarlos, pero claro, ésto no fue así. El acuerdo de los tres monos desagradó a los dioses, los que, enfurecidos, les ordenaron que cumplieran la misión de la siguiente manera.
Kikazaru debía ver todo lo que hacían las personas y contárselo a Mizaru, quien no podía mirar, e informarle a Iwazaru todo lo que le contó el otro, finalmente él, se lo transmitiría sólo a los dioses, con los cuales aprendió a comunicarse de otra manera y no a través de la voz que le había sido vedada. Digamos que se les complicó.
Hay varias versiones del origen de la leyenda de los tres monos sabios.
Una de ellas, señala que los monos fueron enviados por los dioses para espiar a los humanos y ver su comportamiento. Al enviarlos, le dieron a cada uno dos virtudes y un defecto que correspondía a la carencia de un sentido y como virtudes el desarrollo y capacidad extraordinaria de los otros dos. Al mismo tiempo, el defecto, les iba a permitir, disimular ante los demás, por si eran descubiertos como espías y mensajeros.
Otra versión, sostiene que los dioses les asignaron a los monos el deber de vigilar a los humanos y de informarles a ellos los malos comportamientos y acciones que realizaban. Sin embargo, al convivir con las personas, descubrieron, que así como hacían cosas malas, también eran buenos, por lo que no quisieron acusarlos con los dioses para que no fueran castigados. Por lo que hicieron un trato: cada vez que se negaran a denunciar a los humanos, perderían un sentido.
Sin embargo, independientemente, de la versión que prevalezca, la mitología japonesa, tiene como creencia, que los monos sabios trabajan de la siguiente manera:
Kikazaru, el mono que no oye, se dedica a observar a los seres humanos para descubrir al que actúa mal. Luego de obtener la información, se la cuenta al mono ciego: Mizaru.
Éste mono, se dedica a escuchar atentamente todo lo que le cuenta el otro, prestando especial atención a sus palabras, para no cometer errores y poderlo transmitirlo correctamente.
Finalmente, Iwazaru, es el que recibe la información precisa y valiéndose de otros medios, no su voz, se la comunica a los dioses, los que deciden el castigo para los humanos que hayan obrado mal, correspondiéndole también la tarea de controlar que éstos cumplan su penitencia.
Está leyenda japonesa guarda una relación con los filtros de Sócrates.
una enseñanza de transmisión oral, ya que el filósofo no dejó ningún documento por escrito, se piensa que es un hecho real, que fue contado por sus discípulos, seguidores de su corriente filosófica.
Sócrates era considerado uno de los más grandes filósofos del mundo, una persona muy sabía y prudente, que basaba su vida en la ética y en la moral, teniendo como conceptos claves y normas de vida entre otros, la justicia y la piedad.
Un día Sócrates, se encontraba en su casa y lo visitó un amigo, el cual llegó muy contrariado y agitado. Le dijo que tenía que contarle algo, que estaba diciendo un tercero en común sobre él. Sócrates de inmediato lo interrumpe y le pregunta si ya utilizó el método de los Tres Filtros para aquello que quería contarle. El hombre, le dijo que no sabía de lo que estaba hablando. Entonces, Sócrates, procedió a explicarle:
El primer filtro es el de la verdad, el cual consiste en lo siguiente, ¿Examinaste detalladamente todos los puntos y es verdadero lo que quieres contarme? A lo que el hombre respondió que no sabía si era cierto, porque lo había escuchado de unos vecinos y de otras personas.
El segundo filtro es el de la bondad, y le pregunto, ¿lo que quieres decirme es bueno para mí? El hombre nuevamente dijo que no, y que era todo lo contrario, que era algo muy malo.
El tercer filtro es el de la utilidad y agregó ¿Es necesario que me cuentes lo que me quieres decir? A lo que el hombre,nuevamente, tuvo que decir que no, que no era necesario el comentario.
Entonces, dijo Sócrates, si no es verdadero, tampoco es bueno y mucho menos es necesario, no me lo cuentes y dejémoslo en el olvido.
De esta manera, le dio una gran lección al amigo: Es importante ser reservado y prudente al momento de decir algo y no presuroso a la hora de contribuir con la maldad.
He ahí, la relación con la leyenda de los tres monos sabios. Antes de decir algo, hay que pasarlo primero por los tres filtros para considerar y examinar si es verdadero, si es bueno y si es de utilidad decirlo. En el caso de los monos sabios sería, si no tenemos opción de ver algo y solo si es necesario, ver y oír, pero callar para no divulgar ni contribuir a propagar la información o los comentarios cuando son fundados.
Los tres monos sabios, llamados también, los tres monos místicos, es una escultura de madera que se encuentra en Tokio, Japón, en el Santuario de Toshogu, y que fue construido en honor a Tokugawa Leyasu, por el escultor japonés Hidari Jingoro.
Esta escultura de tres monos, que se encuentran uno al lado del otro, mostrando cada uno sus limitaciones, uno no escucha y se tapa los oídos (Kikazaru), el otro (Iwazaru)
no habla, ya que se cubre la boca con sus manos y el tercero y último (Mizaru)
no mira, pues tapa sus ojos.
Todos juntos simbolizan: “no ver, no oír, no decir”. Se cree, que ésto proviene del proverbio japonés que reza: “No veas lo malvado, no escuches lo malvado, no digas con maldad”, que sin embargo se le atribuye al pensador chino Confucio.
Una gran enseñanza que los japoneses aprendieron con los preceptos del Código Santai, aceptando los mandatos de no mirar ni escuchar injusticias, ni expresar su descontento ante las acciones realizadas por sus gobernantes, por injustas que estás sean.
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