La pena del saco.


 La “poena cullei” o “pena del saco" fue un castigo infligido, en la antigua Roma, a los parricidas. Consistía en meter al culpable en un saco, se introducían una serie de animales vivos como un gallo, un perro, un mono y una víbora junto con el condenado. Aunque los más comunes eran las serpientes venenosas. Tras lo cual el saco, de cuero de buey, se cosía y se arrojaba al agua.


Para los romanos no había peor crimen y más contrario a las leyes que el parricidio, la muerte dada a un pariente próximo, especialmente al padre o la madre. Así en consecuencia su castigo debía ser también ejemplar y lo más doloroso y atroz posible.


También se usaba otra forma de ejecución, la “damnatio ad bestias” que consistía en castigar al reo a ser devorado y despedazado por animales (tigres, leones, osos…) en la arena del circo. A veces se enterraba vivo al condenado.


Antes de ser introducido en el saco el condenado era azotado y golpeado con una vara “virgis sanguinis”, después se cubría su cabeza con una bolsa de piel de lobo y se le colocaban en los pies unos zapatos hechos de madera. De esta guisa el reo subido a una carreta tirada por bueyes negros era conducido hasta el lugar donde era lanzado a un río o el mar.


La “poena cullei” fue eliminada como castigo para los parricidas dentro del Imperio Bizantino en el código de la ley Basilika, compilación de leyes promulgadas por el emperador León VI, el Sabio (gobernó desde 866 al 912)

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