Tu cuerpo es un campo de batalla.

 



Tu cuerpo es un campo de batalla.


Uno en el que siempre ganan otros.


Porque parece que un cuerpo siempre tienen que estar pidiendo perdón por no estar (ser) perfecto.


Haciendo una delación de la existencia misma por ello.


Un sacrificio eterno para sacar tu mejor versión como si las otras versiones de ti no estuvieran bien.


Un cuerpo condicionado por el arghhhhhhhh de los demás.


Lleno de inseguridades creadas por otros.


Celulitis.


Marcas, acné, vello, arrugas, varices manchas. 


El culo o la barriga con estrías.


Todo aquello que lo único que indica es que el cuerpo está vivo y que tú, como todo aquello que sigue vivo, cambias.


Todo aquello que simplemente sucede.


Tú sucedes.


Igual que lo hace una catarata al chocar contra una roca del río.


Y nadie dice que qué feo es eso, ¿no?


Porque nadie saca dinero de esa simple apreciación.


Porque nadie quiere controlar a la catarata o la rama o al bordillo. 


Pero con tus complejos quieren enriquecerse y controlarte.


Y te venden el remedio milagroso.


Pero sin maquillaje no vale nada.


O se maquillada como una puerta, no se quiere nada.


Y vuelta a empezar.


Te dicen que te quieras cuando todo está dirigido a que te odies.


A sacar tajada del asco que sientes por tu cuerpo. 


Pero además cuando estás bien en tu cuerpo dudan de ti, no puede ser que sea feliz así o mira cómo se lo tiene creído debería enseñar menos. 


Y vuelta a empezar.


No se trata de quererte a ti como eres, como si tuvieras que hacer un esfuerzo tremendo porque no eres como hay que ser, como si tuvieras que conformarte y aceptarte con lo que hay, pobre. 


Se trata de desprogramar la idea de belleza en el resto de las cabezas, de dinamitar esa red de falsos deseos inculcados, de mostrar sin miedo y sin pedir permiso a nadie.


Se trata de que no nos repugne el paso del tiempo ni lo que existe de la mamera que existe. 


De que aquellas personas con las que compartamos espacio nos besen, nos laman y nos abracen.


Todos los hermosos huecos que otros quisieron que fueran heridas.  

Barbara Kruger 

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