EL DOCTOR LIVINGSTONE, SUPONGO.

 


En 1866, el explorador escocés David Livingstone se internó en el corazón de África en busca de las fuentes del río Nilo y no volvió a saberse nada de él durante años. Finalmente, en 1869 el periódico estadounidense New York Herald financió una expedición para encontrarlo siguiendo sus pistas y Henry Morton Stanley fue el encargado de liderarla.


Tras más de un año de ardua búsqueda, el 10 de noviembre de 1871 Stanley llegó a las orillas del lago Tanganica, en una aldea conocida como Ujiji, en la actual Tanzania. Al ver a un único hombre blanco, se acercó a él y supuestamente pronunció su famoso saludo: “Dr. Livingstone, I presume?” (Dr. Livingstone, supongo). Las palabras son famosas por su sentido del humor, al ser Livingstone la única otra persona blanca en cientos de kilómetros.


Livingstone había estado explorando y mapeando partes desconocidas de África Central y realizando informes de botánica, geología y zoología durante esos años y había perdido contacto con el mundo exterior, lo que generó preocupación en Europa.


Este encuentro no solo resolvió el misterio sobre el paradero de Livingstone, sino que también marcó un momento emblemático en la historia de la exploración europea en África. A pesar de las grandes diferencias culturales y políticas entre los dos hombres, se unieron en su deseo de explorar el continente africano. Livingstone no quiso volver a Europa y continuó con su labor hasta su muerte en 1873, mientras que Stanley regresó a Europa como un héroe y más tarde también realizó sus propias expediciones por África colaborando con el rey Leopoldo II de Bélgica en una de las páginas más oscuras de la historia del siglo XIX.


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