Nuestras pasiones.
Y en lo que refiere a nuestras pasiones, a menudo nos conducimos como el artista a su obra. Siendo sólo un médium del que se vale el arte para manifestarse.
Cuando lo embriaga la inspiración, no es él de quien surge el talento, sino que lo descarga como pararrayos en tormenta; no premedita ni razona, sólo lo aterriza. Pintura, música, literatura, danza; todas ellas para deleite y consuelo de quienes las gozamos.
¿En qué basaría el creador su criterio para escoger a sus emisarios? ¡Sólo Él sabrá! Si por capricho o mérito, por goce o mesura; pero dotó de talento a un solo genio de entre miles de personas para develarnos lo sublime.
Pero he aquí la reflexión...
Vaya responsabilidad tiene el artista, que no se le puede permitir bajar su mirada al horizonte con el afán de complacer el gusto de la mayoría, éste tiene el compromiso de dar siempre su máximo para expresar su sentir tal como le llega; y lastimosamente, sólo cuando le llega. Porque sin duda tendrá días de frustración en el que su deseo de plasmar su talento no le nazca. Es por ello que se descubren genios en los suburbios, en las calles y lugares inimaginables, honrando éstos códigos de inspiración. Nunca a salud de lo plausible o el halago, sino la mayoría de las veces, bajo el velo del anonimato o a la postre de su muerte.
César Sánchez Manríquez
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