Te enseñaron.
Te enseñaron a no pedir cosas.
A no molestar.
A complacer.
A hacerlo todo tú.
A sentir vergüenza si necesitabas algo.
A depositar tu autoestima en el hecho de que los demás te necesitaran.
A resolver todos los problemas.
A nunca decir que no.
A estar siempre disponible para el otro.
A servir.
Te enseñaron esa esclavitud emocional que consiste en buscar desesperadamente la aceptación.
En evitar el rechazo por encima de todas la cosas.
En convertirte en lo que la otra persona demanda para que no te deje de querer.
En tenerle miedo al abandono.
Y ahora tú pides algo porque no puedes más.
Lo que sea.
Y la gente que te lleva exprimiendo toda la vida, se enfada.
Y ahora tú dices no.
Porque no.
Y la gente que lleva todo la vida contando contigo para todo, te dice que has cambiado.
Que no eres la misma persona.
Que qué te pasa.
Lo único que te pasa es que te estás dando valor.
Estás pensando en ti.
Estás poniendo límites por primera vez.
Y estás reclamando tu derecho a recibir.
Y ahora puede que ya no haya tanta gente.
Porque la gente que estaba contigo por interés cuando ya no eres útil, desaparece.
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