¿Sabías que en la antigua Roma.... no importaba tanto qué hacías, sino quién lo sabía?

 


¿Sabías que en la antigua Roma.... no importaba tanto qué hacías, sino quién lo sabía? Aunque la sociedad romana tenía (como todas) una serie de reglas acerca del s3 xo, en la intimidad muchos no las respetaban. Pero el problema no era hacer algo considerado “indigno”, sino quién lo sabía y sobre todo quién podía demostrarlo. 

La acusación por parte de otro hombre libre podía arruinar la carrera de un senador, si provenía de una mujer plebeya tenía más posibilidades de salir airoso (no así si era noble, pues una patricia tenía su honor y una plebeya no), y si era un esclavo quien le acusaba entonces no tenía que preocuparse de nada. El estatus social lo era todo en Roma y el valor de la palabra era proporcional a la importancia de quien la esgrimía; por ello, un hombre o una mujer de alto rango podían permitirse sus placeres, asegurándose siempre de que no lo supiera nadie cuya palabra fuera tomada en serio.


No existía el concepto de homose xualidad, hetero  s3xualidad, bis3  xualidad. Todas las etiquetas que hoy aplicamos a la s3 xualidad no tendrían ningún sentido para un romano. Para la sociedad romana el s3 xo era s3xo, así de simple. Los hombres podían tener relaciones con miembros del mismo s3 xo o del opuesto y nadie les criticaba por ello, siempre que la otra persona tuviera menos estatus social (sirvientes, esclavos e incluso hombres libres pero extranjeros). En el caso de las mujeres casadas tenían que llevarlo con discreción porque estaba en juego su honor, pero las libertas o las extranjeras podían permitirse una mayor libertad ya que los romanos no las consideraban miembros de pleno derecho de la sociedad.


La virginidad masculina era algo inaceptable. Era común que los hombres, ya en su adolescencia, frecuentaran los bur deles o tuvieran relaciones con las sirvientas o esclavas. La virginidad masculina era algo extremadamente mal visto en la sociedad romana. En cambio, la mujer (sobre todo si era de clase alta) sí tenía la obligación de llegar virgen al matrimonio, principalmente por una cuestión moral: había que evitar que la mujer conociera el placer del se xo porque se consideraba que este conocimiento podría inducirle al adulterio.


También era inaceptable para un hombre ser la parte “sometida”. Un hombre podía practicar se xo con quien quisiera, pero siempre debía ser la parte dominante. Ser pen3 trado por otro hombre equivalía a ponerse en una situación sumisa, todo lo contrario al ideal romano. La acusación de haber sido la parte pasiva en una relación podía bastar para arruinar la carrera de un político, como estuvo a punto de sucederle a Julio César en su juventud. Peor aún era la acusación de haber practicado se xo o ral a una mujer, aunque fuera su esposa, ya que para los romanos la boca era el instrumento de la política, el comercio y todas las actividades importantes, y “ensuciarla” equivalía a despreciar su importancia para la comunidad.


La pe dofi lia era socialmente aceptada (hasta cierto punto). Tener relaciones se xuales con menores de edad, incluso muy jóvenes, no era motivo de escándalo, al contrario, podía estar incluso bien considerado porque la diferencia de edad era un signo de dominación. De hecho, los romanos solían iniciarse en el s3 xo con muchachos o muchachas muy jóvenes, apenas entrados en la pubertad, y no era raro que un romano rico dispusiera de esclavos jóvenes cuyo único propósito fuera complacerle s3 xual mente; el s3 xo con la propia esposa generalmente tenía fines procreativos, ya que muchos matrimonios eran alianzas políticas y no tenía por qué haber amor de por medio.

Web

Comentarios