EL ORIGEN DE LA PALABRA: «PÁNICO».




PAN ERA EL DIOS DE LOS PASTORES Y DE LOS REBAÑOS, mitad hombre y mitad animal, barbudo, astuto, lleno de arrugas, barba saliente y cuernos en la frente. Esto en lo que se refiere al rostro, pues el cuerpo es velludo, tiene patas de macho cabrío, pies con pezuñas hendidas, posee una gran agilidad, es rápido en sus desplazamientos, salta de roca en roca y se oculta entre los arbustos para espiar a las ninfas mientras se bañan. Es lo que hoy llamaríamos un voyeur.


No era un tipo recomendable, siempre en busca de su satisfacción sexual, importándole poco que sus compañeros en el abrazo fuesen bellas muchachas o delicados jovencitos, y por si fuera poco era un masturbador incansable.


No es de extrañar por todo ello que su presencia causase terror, un terror pánico. Según unas versiones, Pan era hijo de Hermes y de una hija de Dríope y, al nacer, su aspecto era tan monstruoso que su madre se asustó, por lo que Hermes envolvió al niño en una piel de liebre y lo llevó al Olimpo, instalándolo cerca de Zeus, que era su abuelo, pues Hermes era hijo de Zeus y Maya. Todos los dioses del Olimpo rieron alegremente cuando vieron al pequeño Pan, nombre que se le dio por alegrar los ánimos de todos, ya que Pan significa todo en griego. Recuérdese las palabras «panamericano», «panacea», «pancromático», etcétera.


Formó parte del cortejo de Dionisio o Baco junto con los sátiros. Muchas veces se confunde a Pan con el dios Fauno o el dios de los bosques Silvano, y es célebre la leyenda que narra Plutarco de que un día se oyeron en el mar unos misteriosos gritos que proclamaban la muerte del gran Pan. Como esto sucedió en tiempos de Tiberio, coincidiendo con el nacimiento de Cristo, los comentaristas cristianos interpretaron estas voces como un anuncio de la muerte del paganismo.


Carlos Fisas: «Palabras que tienen historia». Planeta. Barcelona, 1998.


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