«Mary, creo que soy bisexual». «No, Freddie, tú eres gay»

 


«Mary, creo que soy bisexual». «No, Freddie, tú eres gay» . Con estas dos frases acabó uno de los romances más entrañables de la historia del pop, la historia de amor de dos jóvenes - Freddie Mercury y Mary Austin - que lo compartieron todo hasta que uno de los dos dejó de engañarse a sí mismo.

La escena, uno de los momentos cumbre de la película «Bohemian Rhapsody» se produjo en 1976 en su casa del barrio londinense de Kensginton, cuando llevaban ya seis años de relación. Se habían conocido muy cerca, en el mercado callejero del barrio, donde Freddie y el baterista Roger Taylor vendían ropa de segunda mano. Aunque no hubo flechazo instantáneo, su destino estaba escrito. «Me llevó unos tres años enamorarme realmente de él . Pero nunca había sentido eso antes por nadie», confesó Austin en una emocionante entrevista con el «Daily Mail», en 1999.
Al principio vivieron juntos en una habitación alquilada por 10 libras a la semana en Victoria Road. «Teníamos tan poco dinero entonces que sólo podíamos permitirnos un par de cortinas, así que las colgamos en el dormitorio. Teníamos que compartir el baño y la cocina con otra pareja», relataba Austin, que muy poco tiempo después se convertiría en testigo directo del ascenso meteórico de Queen .
Apartarse de su camino
De hecho, algunas de las fotografías que ilustraron el primer álbum de la banda se tomaron en el piso al que se mudaron cuando Queen firmó un contrato discográfico, en Holland Drive. Todo parecía ir como la seda para la pareja, pero Austin comenzó a sentirse apartada. «Las cosas cambiaron para él y para el grupo . Freddie era tan bueno sobre el escenario que sentí “aquí hay una futura estrella”. Está en su camino, y no creo que me necesite más. Me eché a un lado para dejarle seguir».
Pero Mercury debió sentir que se le escapaba el amor de su vida, e intentó amarrarlo pidiéndole matrimonio el día de Navidad de 1973. «Me dio un regalo en una caja. Dentro había otra caja, y así sucesivamente hasta que encontré aquella caja diminuta. Cuando la abrí allí estaba aquel hermoso anillo egipcio de escarabajo». Sin embargo, nunca hablaron de una fecha y los planes de boda se fueron diluyendo poco a poco en el mar de excesos que sobrevino al éxito.
Cuando Queen ya estaba en lo más alto, tras la publicación de sus tres primeros discos, Austin empezó a sentir que su prometido no era del todo feliz con ella. La quería como a nadie, pero algo no iba bien. Era como si necesitase algo más. «Le dije que sentía como si lo tuviese atado con una correa, que era el momento de marcharme». Pero él insistió: «No pasa nada, de verdad. Te quiero».
En 1976, Austin ya no tenía ninguna duda de que Freddie había mantenido numerosas relaciones homosexuales, y decidió abrirle las puertas del armario. Al día siguiente se marchó de la casa poniendo fin a su relación de pareja, pero de ninguna manera a la de amistad. Freddie ordenó a su discográfica que le compraran un apartamento de 300.000 libras, y además ella siguió en contacto con el grupo al convertirse en su secretaria .
Después de años de excesos -la fiesta que Freddie montó en el Halloween de 1978 fue una de las más salvajes de la historia, dice la leyenda-, cuando el cantante contrajo el VIH, ella fue la primera persona en enterarse . Y estuvo con él hasta el último momento: «Un día decidió que ya era bastante y abandonó todas las ayudas médicas que le mantenían con vida. Miró a la muerte a la cara y dijo “está bien, lo aceptaré, me iré ahora”. Fue algo tranquilo, murió con una sonrisa en la cara» .
A Austin le costó rehacer su vida («todos se sentían eclipsados por Freddie»). El héroe del pop le dejó la mitad de su fortuna -más de 13 millones de euros-, parte de sus derechos de autor y una mansión. Y tan sólo ella sabe dónde están sus cenizas.

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