Invictus.

 





En la noche que me envuelve,

negra, como un pozo insondable,

doy gracias al Dios que fuere

por mi alma inconquistable.


En las garras de las circunstancias

no he gemido, ni llorado.

Bajo los golpes del destino

mi cabeza ensangrentada jamás se ha postrado.


Más allá de este lugar de ira y llantos

acecha la oscuridad con su horror.

Y sin embargo la amenaza de los años me halla,

y me hallará sin temor.


Ya no importa cuan estrecho haya sido el camino

ni cuantos castigos lleve a mi espalda:

soy el amo de mi destino,

soy el capitán de mi alma.


William Ernest Henley


Nelson Mandela conservó este poema en una hoja de papel durante su prisión, ayudándole a sobrellevar su encarcelamiento.


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