Ritos de difuntos.

 A lo largo de la historia, se han hecho ritos y ceremonias funerarias con un mismo origen: el miedo a que el difunto pueda regresar al lugar donde transcurrió su vida. Así, se cuenta que en el norte de Europa se le cortaban los pies a los muertos para que no pudieran seguir a los vivos o en otros pueblos  se les enterraba en lugares muy apartados y se daban muchas vueltas para "engañarlos" y que no encontraran el camino de regreso a casa.



En muchas culturas antiguas, se sacaba el cadáver por la parte trasera de la casa, se habría un boquete que era tapado inmediatamente para asegurarse de que el muerto no regresara.

El ataúd tiene sus orígenes en ese temor, enterrar a los muertos bajo tierra, pero además asegurarse de ponerlo en una caja para que no pueda salir. El temor a la muerte, es el origen del luto, vestir de negro para asegurarse que el alma del difunto no pueda entrar al cuerpo del vivo, sobre todo en los primeros días después de su partida.

Así pues, existen muchos rituales en diferentes culturas para tratar con la muerte de manera solemne y asegurarse de que el difunto "descanse en paz". Rituales que están basados en mandar al difunto al más allá sin boleto de regreso.

Pero en México, nos preparamos cada año para recibir a nuestros muertos, ellos son bienvenidos sin temor, les preparamos un altar como lo merecen: con flores, les dejamos  servidos sus platillos y bebidas favoritas  para que puedan disfrutarlos nuevamente, nos aseguramos de iluminar su camino con velas y veladoras para que con seguridad lleguen porque no vaya siendo que  después de tanto prepararnos para  recibirlos, de repente toquen a nuestra puerta y nos digan: 

¡CASI  ME PIERDO!


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