Juntándonos para lavar la ropa.

 


El zumbido constante de las lavadoras llenaba el ambiente mientras esperaba a que mi ropa estuviera limpia en la lavandería de la esquina. Mis ojos vagaban por la habitación hasta que se posaron en una señora en el rincón, quien se encontraba concentrada en las páginas de un libro.

Intrigada, me acerqué poco a poco hasta que me animé a preguntarle sobre la historia que la tenía tan absorta. Al instante, sus ojos se iluminaron con una chispa de entusiasmo y comenzamos a hablar sobre su libro y muchos otros.

Teníamos gustos muy diversos, pero era suficiente con nuestro gusto por la literatura para que tuviéramos mucho de qué hablar. Seguimos conversando durante un buen rato, junto a las lavadoras, en la fila para pagar y hasta en la esquina cuando por fin nos despedimos. Sin embargo, quedamos de seguir juntándonos para lavar la ropa.

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