Cada quién...


 Cada quién parlotea de su sufrimiento como si fuese el peor infierno; y de su goce, como si fuese el paraíso. Concibe su conocimiento como la máxima sabiduría, y cree que su vida es la realidad de todo el mundo. 

Pero nadie puede concebir lo que está más allá de su imaginación. El hombre es la medida de su propio mundo, así como su límite. Por ello, de la vida sólo recibimos aquello que creemos merecer.


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