Una vez quise ser hombre.



 “Una vez quise ser hombre

para casarme con mi hermana

que ya lleva tres divorcios.

Para amar a mis amigas

que en cada relación mueren un poco.

Quise ser hombre

para fecundar sus vientres,

no de hijos, sino de poesía,

vino tinto, relojes parados,

unicornios azules.

Para decirle a Josefina

cuanto admiro su forma de entregarse.

Para escribirle a Rosi

esas cartas que no llegan nunca.

Llamar por teléfono a Pilar

que espera tantas tardes.

Llenar de caricias prolongadas

el espacio de Beatriz,

que vive sola

y le tiene miedo a los temblores.

Quise ser hombre,

para amarlas a todas y no sentir más

el frío de sus lágrimas en mi playera,

ni mirarlas apagarse,

ni presenciar sus funerales

en sus ataúdes de treinta años.

Quise ser hombre

para invitarlas a volar el periférico,

a bailar descalzas porque el América

le ganó al Guadalajara,

para llevarlas del brazo hasta una cama

donde no tengan que fingir orgasmos.

Pero soy mujer y, aunque puedo

compartir con ellas la poesía,

escribirles cartas,

llamarlas por teléfono,

llenarlas de caricias prolongadas,

volar el periférico,

bailar descalzas,

secar su llanto,

tocar su alma…

No es suficiente.

No les alcanza.

Porque, desde niñas, aprendieron

que los hombres son un premio al que hay que amar,

sin importar si ellos las aman.”

Rosa María Roffiel


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