LA FLOR Y LA SONRISA.
Existe una historia sobre las flores que es muy conocida en los círculos Zen. Un día Buda alzó una flor ante una audiencia de 1.250 monjes y religiosos. Guardó silencio durante largo rato. La audiencia se mantuvo en un silencio absoluto. Todo el mundo parecía estar pensando intensamente, intentando comprender el significado del gesto de Buda.
Entonces, de pronto, Buda sonrió. Sonrió porque entre el público hubo alguien que le sonrió a él y a la flor. El nombre de aquel monje era Mahakashyapa. Fue el único que le sonrió y Buda le respondió con otra sonrisa y dijo: Poseía el tesoro de una revelación y se la he transmitido a Mahakashyapa.
Dicha historia ha sido discutida por generaciones y generaciones de estudiantes de Zen y la gente sigue interrogándose acerca de su significado. Personalmente, el sentido de la anécdota me parece de lo más simple. Cuando alguien sostiene una flor ante ti y te la muestra, está intentando que la veas. Si piensas, te pierdes la flor. La persona que no piensa, la que es ella misma, puede hallar la flor en toda su belleza y sonreír. Ese es el auténtico problema vital.
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