El nombre de la rosa.

 



"- Maestro…

- ¿Si?

- Hay algo que debo contaros…

- Ya lo sé…

- ¿Me oiréis pues en confesión?

- Bueno, preferiría que… antes me lo explicaras como amigo…

- Maestro… ¿Habéis… estado alguna vez… enamorado?

- ¿Enamorado? Muchas veces…

- ¿De veras?

- Naturalmente… de Aristóteles, Ovidio, Virgilio, Tomás de Aquino…

- No, no, no… Quiero decir de una…

- ¿No estarás confundiendo amor con lujuria?

- Tal vez… no lo sé… Sólo deseo su propio bien. Deseo que ella sea feliz, deseo salvarle de su pobreza…

- Oh, cielos…

- ¿Por qué “oh cielos”?

- Estás enamorado…

- ¿Y eso es malo?

- Para un fraile eso representa ciertos problemas…

- ¿Pero no es cierto que Tomás de Aquino ensalza el amor por encima de todas las virtudes?

- Sí, el amor a Dios, Adso, el amor a Dios…

- ¿Y el amor… a una mujer…?

- De mujeres Tomás de Aquino sabía bastante poco, pero las escrituras son muy claras: los Proverbios nos advierten que la mujer se apodera de la preciosa alma del hombre, y el Eclesiastés nos dice “más amarga que la muerte es la mujer…”

- Sí, pero… ¿Qué opináis vos, maestro?

- Bueno… claro está que no gozo del beneficio de tu experiencia, pero me cuesta convencerme a mí mismo que Dios haya introducido un ser tan inmundo en la Creación sin haberlo dotado de alguna virtud, ¿no?

Qué pacífica sería la vida sin amor, Adso…

Qué segura…

Qué tranquila…

...Y qué insulsa…"

El nombre de la rosa, Umberto Eco


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