COMO VAYA YO Y LO ENCUENTRE…
COMO VAYA YO Y LO ENCUENTRE…
Y ella iba y lo encontraba. ¿Por qué? Porque es madre. Ella. La que proclamaba: “Porque lo digo yo y punto” y “como te caigas, vas a cobrar”. La que gritaba: “¡Voy a contar hasta tres!”. Ella. La que sigue diciendo: “Abrígate que hace frío” y “cuando llegues me avisas”. La que preguntaba: “¿Qué te piensas, que soy tu criada?”. La que sentenciaba: “A mí los demás me dan igual”. Ella. La de: “Te lo digo por tu bien” y “cuando tengas hijos te acordarás de mí…”.
Ella. Incondicional. Siempre presente, arropándome los desvelos cuando el dolor me llena los ojos de porqués. Ella. Adivina. La que me intuye por el tono de voz, la que interpreta mis silencios, mis gestos, mis prontos, mis luegos… Ella. Guerrera. Incombustible al desaliento, mi aliento cuando se me olvidan las ganas en un cajón. Ella. Única. Un reloj con mil horas, una malabarista del tiempo y la rutina. Impecable precisión suiza. Ella. Espectáculo. El aplauso, la música, la equilibrista sin red, la leona indomable. Ella. La que sufre mis caídas y miedos pasajeros, la que maldice mis locuras insensatas. Ella. La que me hace reír a carcajadas, la que me desespera, la de ni peros ni peras, la protectora en exceso, la que daría su vida por mí y me esperaría en el fin del mundo (con un abrigo por si hace frío).
Si ella no fuera como es, yo no sería como soy. Se necesita a alguien fuerte para hacer a alguien fuerte.
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