Un día te sientas en el lado del miedo.

 Un día te sientas en el lado del miedo donde las piernas tiemblan y las manos se agitan creyendo que todo acaba. Tienes que escuchar varias veces lo que de primeras has oído, pero te niegas a admitir con la razón nublada y el corazón en pausa. La vida asoma a la injusticia de detener los días a una causa para la que nadie ha sido entrenado. Repasas todo lo que has sido hasta llegar aquí y no ves manos de visera echando la vista al horizonte de un mañana muy lejano en el que tú estés bailando los días como si nada. Te asustas como si fueses un huérfano sobreviviendo las horas que no reciben el cariño de quienes te cuidan desde que te sueltan en el mundo. Eres un pasillo largo de incertidumbre con muchas puertas cerradas a las que no cae el sol de ninguna ventana para ver cómo sales de esta. Pensabas que cualquier cosa era un drama hasta que la vida se pone en serio y los ojos se adentran en la realidad de la vida con la dimensión exacta de las preocupaciones reales de los que no somos inmortales. Y te levantas, con las piernas temblando aún más, el corazón dejando la pausa para bombear a mil miedos por segundo y las manos en las mejillas de agua. Ya nada es como antes. No eres batalla de nada ni superviviente de nadie. Te ríes de las que creíste perder en otra vida cuando esta sí que es gorda. La mente viaja imparable adonde el destino quiere y no logras sujetar lo que es inevitable en el miedo de sentirte pequeño. Y sales de donde la vida cambia para siempre de vuelta a casa, reordenando todos los detalles de esperanza, sin dejar de pensar en todas las combinaciones posibles que te devuelvan al mismo punto de un rato antes. Y llegas al sillón, donde los sueños se pararon de golpe, bailando los dedos que golpean a su brazo a ver si algo se mueve. Y todo está quieto. Las cosas de la vida inesperadas te hacen cambiar el rumbo de todo lo que era prioritario hasta ser más humano y menos perfecto. Y no dejas de pensar:

'Voy a salir de esta como de todas'.

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