Apuntes filosóficos acerca del hombre que "se tira a muerto" (fragmento)
Hay una rueda de amigos en un café. Hace una hora que "le dan a los copetines", y de pronto llega el ineludible y fatal momento de pagar. Unos se miran a los otros, todos esperan que el compañero saque la cartera, y de pronto el más descarado o el más filósofo da fin a la cuestión con otras palabras:
-- Me tiro a muerto.
... el hombre acaba de anticipar la última determinación admitida en el lenguaje porteño: Se tira a muerto.
¿Quiere ello decir que se suicidará? No, ello significa que nuestro personaje no contribuirá con un solo centavo a la suma que se necesita para pagar los copetines de marras.
Y como esta intención está apoyada por el rotundo y fatídico anuncio de "me tiro a muerto", nadie protesta.
[...] ¿El que "se tira a muerto" es un hombre que después de tantas cavilaciones llegó a la conclusión de que no vale la pena trabajar? No. No "se tira a muerto" el que quiere, sino el que puede, lo cual es muy distinto.
El que "se tira a muerto" ya ha nacido con tal tendencia.
[...] Y los jefes acabaron por acostumbrarse al hombre que "se tira a muerto". Primero protestaron contra "ese inútil" luego, hartos, le dejaron hacer, y el hombre que "se tira a muerto" florece en todas las oficinas, en todas nuestras reparticiones nacionales, aún en las empresas en donde es sagrada ley chuparle la sangre al que aún la tiene.
[...] Inclinémonos ante la sabiduría del Todopoderoso. Él, que provee de alimentos al microbio y al elefante a un mismo tiempo; el, que lo reparte todo, la lluvia y el sol, ha hecho que por cada diez hombres que "se tiran a muertos", haya veinte que quieren hacer méritos, de modo que por sabia y trascendental compensación, si en una oficina hay dos sujetos que todo lo abandonan en manos del destino, en esa misma oficina hay siempre cuatro que trabajan por ocho, de modo que nada se pierde ni nada se gana.
Dibujo; Horacio Cardo
AGUAFUERTES PORTEÑAS - Roberto Arlt
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