LA EXTRAÑA MUJER.
Un joven se encontraba de pie sobre la acera con una máscara de payaso sobre su cabeza, fumando un cigarrillo y hablando por teléfono.
-Solamente salí a tomar un poco de aire, ya regreso a la fiesta, no me iré lo prometo... adiós.
De pronto observa a una mujer que le llama de sobremanera la atención, era despampanante y caminaba a lo lejos acercándose hacia él.
Al mirarla detalladamente, nota lo elegante que era, aún con su vestido negro resaltaba su hermosa figura, lleva medias negras y un sombrero que le cubría el rostro.
-¡Que hermosa! –Murmuró
La mujer pasó a su lado contorneando su hermosa figura y aunque trato de disimular no se resistía ante tal belleza.
-¡Buenas noches señorita!
La mujer se detuvo por un segundo sin responder, pero después siguió su camino.
-No quiero incomodarla… pero, ya es tarde para que una dama camine sola… puedo acompañarla si lo desea.
Esta vez la mujer se detuvo y lo miró de manera nostálgica.
-¿Tú? Te gusta coquetear conmigo…
-Solo estoy siendo amable, pensé que tal vez quería charlar mientras la acompaño. Mi coche está por allá, no le haré nada, solo intento alejarla de algún peligro.
La mujer sonríe con burla.
-No gracias, no puedes acompañarme… aún.
-¿Cómo?
La mujer se acercaba lentamente acariciándole el rostro suspirando.
-Eres tan joven y lleno de vida –Le sonríe pícaramente- Lástima que seas un alma atormentada Carlos… siempre coqueteas conmigo.
El joven se sorprendió y se apartó de ella.
-¿Coquetearle siempre? Es la primera vez que la veo… además ¿Cómo sabe mi nombre?... –Pero ante su asombro, la nostalgia lo golpeo y bajó la cabeza con profunda tristeza mientras toma asiento sobre la acera- Quise salir de casa porque mis pensamientos me atormentaban… pero siempre me persiguen y me encuentran…
-Lo sé…
Esa mujer toma asiento a un costado de él.
-Es bueno saber que alguien me comprende, aunque sea un completo extraño.
-Bueno… mi intención no es comprenderte, ni tener empatía… ni mucho menos dar consejos. Alguna vez lo intente y créeme… no me fue nada bien.
-¿Quién eres?
-¿Importa?
-Claro, sabes mi nombre y actúas con tanta familiaridad…
-Tengo demasiados nombres para mi gusto… soy venerada en muchos lugares, se hacen ofrendas blancas y negras en mi nombre ¿Quién rayos les dijo que eso me ponía feliz? Yo solo, solo soy el final de todo, nada extraordinario para ser sincera. Algunos me odian, me maldicen, pero en cambio otros me desean intensamente… me encanta cuando algunos piensan que han escapado de mi –Ella carcajea- piensan que han jugaron conmigo… ¿Sabes? Nadie escapa de mí, nadie que haya pisado esta tierra.
-Claro… ahora lo entiendo.
Ella sonríe con nostalgia, saca de su bolso un pañuelo extendiéndoselo a Carlos y él lo toma.
-El pañuelo favorito de mi papá… lo metí en el bolso de su traje. Dile que comprendo la decisión que tomó.
-No se debe comprender Carlos…
-Lo sé, tal vez sea mi consuelo… no me voy a preguntar toda la vida el por qué lo hizo, mucho menos cuando nunca tendré respuesta.
- Cuando alguien decide irse por su cuenta no solo se condena… también me condena. Solo yo decido cuando acaba todo… nadie vive ni más ni menos y tú padre lo entendió muy tarde, trate de persuadirlo y lo único que hizo fue hacerme enfadar…
-¿Cómo está?
-No quieres saberlo… hazte un favor y no sigas coqueteando conmigo, no me hagas enfadar, no sigas su ejemplo, no es buena idea…
La mujer se levantó y siguió su camino.
-Por favor Carlos… haz que algún día tu compañía sea amena.
El joven la observa mientras ella camina.
-Espera… ¿Papá estará bien?
-No lo sé, lo que pase con él no es mi decisión… hasta luego Carlos.
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