El Búho Sabio y el Árbol de los Proverbios


La noche se cernía sobre el bosque de "Vida Serena", y en él, todos los animales llevaban vidas sencillas, trabajando y jugando, pero sin cuestionar la rutina establecida. Sin embargo, Ovidio, un búho de ojos luminosos y plumas plateadas, se pasaba las noches observando los caracteres inscritos en la corteza de un antiguo árbol. Era el Árbol de los Proverbios, y solo Ovidio podía leer los mensajes inscritos en él.

"La raíz del conocimiento es amarga, pero su fruto es dulce", leyó en voz baja Ovidio una noche. Cada proverbio le parecía un tesoro, un secreto profundo del universo que debía ser compartido.


Así que Ovidio tuvo una idea: abrir una escuela nocturna para enseñar a los demás animales del bosque a leer los proverbios. Pero ¿cómo convencerlos? Pensó en decirles que aprender a leer los haría más sabios, pero luego se dio cuenta de que su argumento podía no ser suficientemente fuerte.


"¿Para qué quiero yo leer, si lo que necesito es encontrar comida?", podría decir la ardilla.

"¿Y de qué me serviría a mí, que solo quiero volar?", cuestionaría el colibrí.


Una noche, un ruido perturbador inundó el bosque. Era un cazador humano, y su presencia fue suficiente para aterrorizar a todos los animales. El búho comprendió que este era el momento perfecto para demostrar el valor de la lectura.


"Amigos", dijo Ovidio, reuniendo a los animales, "en el Árbol de los Proverbios, leí que 'La unidad hace la fuerza'. Si aprendemos a leer juntos, podremos encontrar en estos proverbios la manera de protegernos y vivir en armonía".


Los animales del bosque, ahora atentos y preocupados, aceptaron. Ovidio entonces empezó su escuela nocturna, enseñando el alfabeto inscrito en la corteza del árbol, decodificando uno a uno los proverbios.


Con el tiempo, los animales comenzaron a aplicar los proverbios en su vida diaria. Uno que decía, "El río corta la roca, no por su fuerza, sino por su constancia", inspiró a los castores a trabajar pacientemente en su represa. Otro que rezaba, "El sabio aprende más de sus enemigos que el necio de sus amigos", les hizo pensar en cómo podrían protegerse del cazador de maneras no confrontacionales.


Finalmente, llegó la noche en que se puso a prueba todo lo que habían aprendido. El cazador regresó, pero esta vez, los animales estaban preparados. Siguiendo otro proverbio que decía "La mejor defensa es un buen camuflaje", se organizaron de manera que pasaron desapercibidos, haciendo que el cazador se perdiera y finalmente abandonara el bosque.


Desde entonces, el bosque de "Vida Serena" ya no fue solo un lugar donde los animales vivían; se convirtió en una comunidad unida, llena de sabiduría y respeto por el poder de las palabras.


Y así, la escuela nocturna de Ovidio nunca volvió a cerrar, porque todos comprendieron que en el conocimiento estaba su verdadera libertad.


Ovidio, parado junto al Árbol de los Proverbios, sonrió. Un nuevo proverbio se había formado en la corteza: "El bosque y sus criaturas son un solo ser, unidos por el hilo invisible del conocimiento".


Una vez más, la lectura había demostrado su capacidad liberadora.

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