Y nos dijeron.
Nos dijeron...
Que las rayas horizontales ensanchaban la figura y más si eran simétricas.
Que no debían combinarse jamás
dos estampados.
Que una señorita no sale a la calle
en zapatillas.
Que a partir de los cuarenta los zapatos rojos quedan descartados.
Que las boinas solo las pueden llevar
las niñas.
Nos dijeron que una auténtica señora nunca lleva el bolso en bandolera.
Que evitáramos los excesos.
Que fuéramos discretas.
Que no nos sentáramos bajo ninguna circunstancia en el suelo o en los peldaños de una escalera.
Que los collares largos, a cierta edad, no estaban aconsejados.
Nos dijeron que los sombreros de paja estaban reservados únicamente
para el verano.
Que cuando nos llegara el momento asumiéramos la edad y nos retiráramos dignamente a un segundo plano.
Que nos dedicáramos a cuidar de los nietos,
a regar las plantas y a hacer calceta.
Y, los años pasaron...
Un buen día nos dimos cuenta que nos estábamos convirtiendo en algo
que no éramos.
Y decidimos hacer saltar por los aires todas aquellas estúpidas normas
que nos dijeron.
Nos pusimos el mundo por montera.
Nos vestimos como quisimos.
Nos atrevimos con todo.
Y descubrimos que la vida era otra cosa.
Que nos habían engañado...
Por eso y más no veas ni escuches comentarios mal intencionados y vive tu vida, tu momento y disfruta la vida al máximo.
La edad no es un obstáculo para saber y vivir como se quiere.
¡La felicidad se lleva en el corazón, no en los años que cargas encima!
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