El asco.

 


La idea de que todas las personas, vivan en el interior de Australia o en un apartamento en Tokio, comparten un puñado de expresiones emocionales es convincente. Cuando los psicólogos evolucionistas hablan de emociones básicas universales, quieren decir que nuestros cuerpos han evolucionado de la misma manera para ayudarnos a sobrevivir a los riesgos universales; sentimos la necesidad de huir de los depredadores (miedo) o de asustar a los rivales (ira)." 

"El asco es un buen candidato para emoción universal: todo el mundo parece sufrir arcadas y sacar la lengua (expulsa el veneno de nuestra boca) cuando algo le produce asco; todo el mundo arruga la nariz." 

"Sin embargo, esta afirmación es engañosa.(...) Mucho de lo que provoca el asco está sujeto a interferenciales culturales. La comida callejera de Filipinas que consiste en embriones de pato hervidos que se comen frescos del huevo produce asco a la mayoría de turistas occidentales. Incluso nuestra respuesta a cosas ante las que, en apariencia, estamos programados para que nos produzcan asco, como las heces o las heridas supurantes, dependen del contexto. Los cirujanos hablan de "pus loable" que sale al abrir un forúnculo. Es una señal bienvenida en cirugía por el alivio que produce al paciente. "La suciedad es materia fuera de lugar", así es como resumió la antropóloga Mary Douglas este problema de perspectiva. Lo que encontramos sucio y contaminante, y por lo tanto asqueroso, es principalmente una cuestión de lo que consideramos que es estar "en su lugar"."

"La sensación de que algo está fuera de lugar puede ser más importante para provocar un sentimiento de asco que su peligro objetivo. El estómago se nos revuelve ante algo que sabemos que no nos puede dañar: un pelo en la boca, la capa que aparece flotando sobre la leche caliente, o la sopa pegada a la barba de un hombre..."

Del libro "Atlas de las emociones", de Tiffany Watt Smith. Historiadora especializada en las emociones.


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