Déjame.
Ya que mis manos yacen inertes
como guantes vacíos.
Deja que mis palabras golpeen tu pelo,
se deslicen por tu espalda y cosquilleen tu vientre.
Ya que mis manos, ligeras y libres como ladrillos,
ignoran mis anhelos y rehúsan obstinadamente
llevar a cabo mis deseos más silenciosos.
Deja que mis palabras entren en tu mente
llevando antorchas.
Admítelas voluntariamente en tu ser.
Para que ellas puedan acariciarte
suavemente desde dentro.
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