Alzheimer.
Si yo fuera la que era,
volvería a emocionarme,
y a enfadarme, y a reir, y a ser yo.
Si yo fuera la que solía ser,
regresaría a la vida, a mis nietos,
a mis hijos, a mi papa, a mi hermana,
a mi playa, a mi pueblo, a mis colores,
a mi peluquería, a mis vestidos,
a cantar rancheras, a reírme a carcajadas,
a mis bailes, a mi horchata granizada.
A las comidas de los domingos,
todos juntos en casa.
Si yo volviera a ser la que fui,
aprovecharía para deciros cosas
que nunca dije.
Unas veces por no saber,
otras veces por olvido,
otras, porque la cotidianidad
nos aleja de las palabras bellas,
las verdaderamente necesarias.
Esta vez, las diría a manos llenas.
Ahora siento que estoy pero ya no soy.
Me gustaría poder devolveros
mi atención y mi cariño,
mis comidas todos juntos,
los bocadillos para el partido.
Mis disfraces, mis bromas,
mis tonterías y mis caras cómicas.
Mis rosquillas de semana santa.
Pero al instante la niebla vuelve
y me retiro de nuevo.
Ya no soy la que era.
No puedo transmitiros lo que desearía.
No sé cómo llegar a vosotros.
Pero cada vez que mi mirada
se queda fija y perdida en la vuestra,
a mi manera, de una forma incomprensible,
os estoy recordando que os quiero.
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