"... y es que no hay absolutos. "

 


... y es que no hay absolutos. Uno podrá jactarse de tener una gran verdad, una verdad irrefutable; pero siempre brinca el desinhibido que ostenta haber experimentado exactamente lo contrario.

El adicto longevo, el atleta con cáncer, el preso inocente, la feliz amante, el soldado caído, el niño con hambre, el amor mal correspondido...

No hay fórmulas de vida, trípticos de felicidad, ni generalidades que apliquen a dos individuos por igual. Pero nos encanta fanfarronear; nos encanta dirigir la pedrada en dirección de la opinión pública para amartillar al clavo salido en el madero social. Porque siendo honestos, la única dirección en la que debiéramos apuntar el dedo con arrogancia, es a uno mismo. Es ahí donde, medidos todos con la misma vara, ésta le quita la miopía a los defectos propios y la lupa a los ajenos.

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