Cartas sin remitente 2015

 



El Éxito, mezquina obsesión.

Subjetivo y a capricho de nuestra idiosincrasia, el éxito sugiere una ilusión porque nos hemos vuelto adictos a desear, más allá de lo deseado. Porque siendo honestos, nuestras necesidades básicas las satisfacemos con mucho menos de lo que diariamente nos esforzamos. Porque de la falta nace el deseo, y una vez cubierta, se pierde el ímpetu que teníamos antes de lograrlo. Siempre queremos más y más, nunca nos satisface lo preciso. Como seres insatisfechos, deseamos mucho, y eso mucho, lo deseamos mucho, somos creadores de constructos mentales.

Nos hundimos en el pantano del comparativo, de ser mejor que el otro; incluso, cuando ese otro es uno mismo. Sólo ser un buen humano en comunión con los demás, nos traería la anhelada tranquilidad con la vida, no insistir nada contra ella, no pedirle lo que no nos debe. ¿Acaso tenemos injerencia por lo realmente importante? Vivir, existir...Ser. La existencia se nos dio sin merecerlo. ¿Porqué hemos de cargar con el yugo de “ganarnos la vida”?

Me pregunto si se observa a una hormiga perdida contracorriente en una fila de miles yendo a su hormiguero, ¿creerá ella acaso que con su esfuerzo podrá convertirse en felino? Así mismo, pareciera que cada persona osa creer que con su “éxito” cambiará el rumbo de la humanidad.

La tendencia siempre es hacia la vida, lo demás es vanidad. En cien años seguramente nadie nos recordará, tampoco a nuestros logros. Probablemente, para ese entonces, algún descendiente amado simbolice sólo un dejavú del olvido que seremos.

No hay más éxito que la vida misma. Por que en ésta, el tiempo no se gana ni se pierde...

¡La vida de gasta!
¡
(Cartas sin remitente 2015)
-César Sánchez Manríquez

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