En el aula.
Un profesor llega al aula. Suena el timbre. Los alumnos entran atropelladamente. El maestro escribe letras en el pizarrón. Los estudiantes las leen en voz alta. Pero no están solos. Una figura se asoma en el marco de la puerta. Curiosea. Escucha como pronuncian lo escrito en el tablero.
Él se cubre con una chaqueta que tiene grandes agujeros. Un pantalón que está gastado. Y unas sandalias que las atan a sus piernas con cuerdas. Al hombro carga dos bolsas que contienen restos de comida. Rescatada de los basureros.
Al oír el sonido de las letras. Algo le acontece. Su respiración se altera. Una emoción le recorre. Su mirada está fija en la pizarra. Y se mantiene quedo. Repite su pronunciación después de los otros chicos. Su corazón late a un ritmo un poco más rápido. Una semi sonrisa se dibuja en su boca.
En cuerpo y alma concentrado nada osa robar su atención. Pero súbitamente el maestro descubre que el niño está pronunciando. Se asombra. Los otros alumnos solo juegan. Sin embargo este chiquillo se muestra totalmente interesado. Ve su cara lánguida.
-Tiene hambre –concluye-. Sigilosamente se acerca al niño por su espalda. Preguntándose-. ¿Qué hace? ¿Por qué estas asomado al aula?
El párvulo al verse pillado. Trata de huir. Pero el maestro le hala de su chaqueta. Y le impide. Él se asusta. Sabe que ha hecho algo prohibido. El chiquillo le mira con terror reflejado en su rostro. Forcejea. Y comienza a llorar.
-¡No me haga nada! ¡Solo déjeme ir! No volveré más. No me pegue –se queja el mozalbete
Estate tranquilo. No te voy a maltratar. ¿Por qué repites el sonido de las letras? –le inquiere.
-No sé leer –balbucea el menor-. Quiero leer un libro que encontré tirado en la calle.
-¿Te gustaría entrar? ¿Sentarte? ¿Oír la clase? –le incita el profesor.
-¡Pero no puedo! Soy pobre. El policía no me va dejar –responde sorprendido.
-Ven conmigo –le convida el maestro agarrándolo de su mano.
Al aparecer el niño ante los demás. Se preguntan. ¿Qué hace ese niño sucio y mal vestido en la escuela? Se burlan.
-¡Silencio! Éste es un nuevo alumno. Él quiere aprender a leer.
El chiquillo encogido de hombros. Se sienta con cuidado. Espera.
Al continuar la clase él participa al comienzo con cautela y después con brío. Sonríe. Ya sabe que podrá leer el libro ajado y sucio que guarda en su bolsa.
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