A veces amamos como mecanismo de defensa frente a la indiferencia afectiva del otro.

 



A veces amamos como mecanismo de defensa frente a la indiferencia afectiva del otro. 

El otro no nos quiere. 

Nos ignora. 

Nos desprecia. 

Nos violenta y sin embargo doblamos la apuesta: 

Damos de más.

Permitimos de más. 

Silenciamos de más. 

Aguantamos de más. 

Tanta fuerza hacemos para resistir la verdad que muchas veces el amor es una de las formas en que se disfraza la negación. 

Si pudiéramos aceptar y retirarnos de dónde no somos elegidos, por la razón que sea, entenderíamos que toda esa energía malgastada, malubicada, malentregada, volvería al lugar de donde salió. 

A nuestro interior. 

Y desde ahí, otra vez, como los tentáculos de un pulpo podríamos abrazar nuevas realidades, nuevas historias, nuevos proyectos, nuevas versiones de nosotros mismos que aún no descubrimos. 

Amar de más no cambia un vínculo que solo se sostiene de un solo lado por temor a quedarnos sin esa otra parte que nunca tuvimos. 

El salto que hay que pegar no es cuantitativo. Siempre es cualitativo. 

Si acá no es, será donde pueda ser.

Lo único que garantiza la reciprocidad es que la haya de manera espontanea. 

Utilizar el amor como mecanismo de seducción para que el otro se de cuenta de lo que va a perder, es una ilusión que se deshace en un solo instante, instante en el que soltamos los dos remos. 

En vez de poner de más dónde no nos quieren, no pongamos más nada. 

Renunciar y no como derrota. 

Renunciar como un punto a favor del amor propio. 

Renunciar para dar solo ahí, donde haya algo para construir. 

Lorena Pronsky


Comentarios

Publicar un comentario