"Mañana tendremos otros nombres"

 


¿Quién había dicho que el amor era un ladrón? Pero él no era un ladrón, por supuesto: pasaba una hoja y arrancaba la siguiente y continuaba así, libro tras libro, intentando no pensar en lo que hacía, sabiéndose víctima de un dolor tan profundamente paralizante que no le permitía siquiera seguir llorando, sintiéndose solo por primera vez en mucho tiempo, hablando solo, tratando de recordarse a sí mismo -sin conseguirlo por completo - que no todo aquello que se habían dispuesto que permaneciera unido, se había roto y se había separado como las hojas que arrancaba de los libros y yacían a su alrededor, en el suelo, poco antes de que Él los recogiera y los arrojara a la basura.

Patricio Pron



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