La cabeza de mi padre.

 


Hacerse adulto implica cometer una larga lista de asesinatos psicológicos: hay que dar muerte a parejas, amigos, creencias de origen. Es un recorrido ineludible pero no por ello menos doloroso.

Pocas pruebas en el camino del héroe como estar dispuestos a cometer ese parricidio y matricidio emocionales para construir la propia identidad porque un padre o una madre pueden gobernar la vida de nosotros, sus hijos, con una sola frase, con una sola sentencia que se convierte en secreta ley interna.

Ese “me sacrifiqué por ti y estás en deuda conmigo” que nos dicen de tantas maneras, cala profundo y más allá de la muerte.

¿Qué es exactamente estar en deuda con los padres y cómo y cuándo se cubre ese saldo pendiente?, ¿hay forma de liquidar semejante cuenta por pagar?

Será que no nacemos libres sino endeudados.

Alma Delia Murillo



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