«DECIRSE LOS NOMBRES»


Dice el protagonista de «Quién de nosotros» de Benedetti: «me le acerqué y nos dijimos los nombres». Podría haber dicho » nos presentamos», «me presenté», » le pregunté cómo se llamaba», mil formas diferentes y más comunes pero ninguna con la elegancia de «decirse los nombres». Cuando lo he leído, la segunda cosa que he hecho, después de maravillarme, ha sido pensar que fuera un modo de hablar propio de Uruguay, pero al menos en internet no he encontrado formas similares. Queda sólo la hipótesis de la fineza de Benedetti.


Porque «decirse los nombres» no significa simplemente presentarse, si hubiera escrito «nos presentamos» me habría dejado ese sabor frío de la formalidad y habría seguido leyendo sin detenerme. «Decirse los nombres» va mucho más allá, es un primer desnudo, una confesión, una primera celebración muda de la intimidad. ¿A cuánta gente le hemos dicho nuestro nombre? O mejor dicho ¿a cuántas personas se lo hemos revelado? Porque decirle tu nombre a alguien es como traducir tu propio texto sagrado, descubrirte por lo que eres en realidad y no por lo que esas letras dicen de puertas para fuera.


Así que cuidado con decirle vuestro nombre a alguien, porque estaréis abriendo una puerta que después es imposible cerrar.


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