La relación entre Eros y la filosofía.



     El filósofo sería un medio entre la ignorancia y la sabiduría. Decía Platón en el Banquete: «Eros es necesariamente amante  de la sabiduría, y por ser amante de la sabiduría está, por tanto, en medio del sabio y del ignorante».

     Sócrates, instruido por Diotima, da a entender sobre la cuestión de Eros: quién es y cuál es su naturaleza.

     Por un lado, la naturaleza de Eros: Diotima, por medio de un relato mítico, nos explica que Eros es hijo de Poros y Penía. Por una parte, Penía era la personificación de la Pobreza, es decir, la falta de recursos, y, por otro lado, Poros es la divinidad de la riqueza, la valentía y la fortaleza. Contextualizando un poco, todo discurre en la celebración del nacimiento de Afrodita. Entonces, Penía, aprovechando la embriaguez de Poros, se hace un hijo de este, engendrando así a Eros. Por tanto, entendiendo su naturaleza, se puede deducir que Eros lleva inherente a su ser: la carencia, que se traduce por el deseo incesante hacia eso de lo que está falto y, al mismo tiempo, posee la valentía y la tendencia a estar siempre al acecho de lo bello y lo bueno, pues:

Es Eros también acompañante y escudero de Afrodita, al ser engendrado en la fiesta del nacimiento de la diosa y al ser, a la vez, por naturaleza un amante de lo bello, dado que también Afrodita es bella.

     Eros es amante de la sabiduría, pues al carecer de ella, la desea poseer. Se podría decir, en relación con la Filosofía, que cualquier amante de la sabiduría se encuentra poseído por este medio que es Eros, pues se es consciente de la carencia de conocimiento, y por ello, se desea conocer. Este deseo es fundamental, ya que es lo que motiva y da plenitud a la actividad filosófica. 

     Los filósofos serían esos «valientes’’ que se dirigen a atravesar el puente que conduce a lo verdaderamente Bello: la sabiduría. Estas personas, al igual que Eros, se diferencian del ignorante en que no creen saber, pues son conscientes de su desconocimiento, y por ello desean conocer. En cambio, los ignorantes desconocen, su propio desconocimiento, por eso no desean saber más, pues no piensan estar faltos de sabiduría.

     Más lo que consigue siempre se le escapa, de suerte que Eros nunca ni está falto de recursos ni es rico, y está, además, en el medio de la sabiduría y la ignorancia. Pues la cosa es como sigue: ninguno de los dioses ama la sabiduría ni desea ser sabio, porque ya lo es, como tampoco ama la sabiduría cualquier otro que sea sabio. Por otro lado, los ignorantes ni aman la sabiduría ni desean hacerse sabios, pues en esto precisamente es la ignorancia una cosa molesta: en que quien no es ni bello, ni bueno, ni inteligente se crea a sí mismo que lo es suficientemente. Así, pues, el que no supone estar necesitado no desea tampoco lo que no considera necesitar.

     También se debe destacar el hecho de que el conocimiento absoluto es un fin que nunca se llega a poseer del todo, pues, si se pudiera llegar a alcanzar, el deseo se desvanecería, ya que solo deseamos aquello que nos falta. Al ser conscientes de la imposibilidad de su alcance, estamos constantemente sedientos de saber y, lejos de ser una realidad pesimista, debemos entenderla como una gracia, ya que solo el hecho de intentar ir en su búsqueda implica un movimiento; movimiento que puede ocupar toda una vida llena de sentido, pues el conocimiento no se agota en una sola vida humana. El filósofo sería un medio entre la ignorancia y la sabiduría. «Eros es necesariamente amante de la sabiduría, y por ser amante de la sabiduría está, por tanto, en medio del sabio y del ignorante» 

     Por tanto, la relación de Eros con la Filosofía es muy estrecha, pues es Amor por el saber; es ese impulso que nos mueve hacia el encuentro con la Belleza. Los filósofos, al reconocer la carencia de verdad, la buscan incesantemente, se ven ‘’poseídos’’ por el Amor a la sabiduría. La Filosofía sería el nombre que recibe este sentimiento de amor, y que da pie a la actividad de construir y cruzar el camino que conduce a la verdad.

     Filosofar no es más que esa incesante y amorosa búsqueda de respuestas, utilizando como herramientas las preguntas y la rigurosidad, para llegar al desvelamiento de la verdad.

     —Por la posesión —dijo— de las cosas buenas, en efecto, los felices son felices, y ya no hay necesidad de añadir la pregunta de por qué quiere ser feliz el que quiere serlo, sino que la respuesta parece que tiene su fin.

 ~ El banquete de Platón  

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