LA INDIFERENCIA.



¿Por qué tanta indiferencia si antes yo era tu mundo?

Creciste y todo cambió, hoy nos separa un muro;

pero, ¿En qué parte quedó ese amor sublime y puro,

que de niña me mostrabas y que hoy se fue sin rumbo?

¡Cómo quisiera volver de nuevo a aquel  pasado!, 

para disfrutar tus risas, tus besos  y tus halagos;

cuando jugabas conmigo, aun cuando muy cansado

llegaba tarde a mi casa, después de  haber trabajado.

¡Que tiempos, aquellos tiempos de dicha y algarabía! 

Cuando todo era un  juego, cuando todo era  alegría. 

Ir al parque era siempre lo que antes me pedias;

Y para verte feliz, yo siempre te complacía.

Yo te cantaba canciones, un tanto desafinadas, 

pero con mucha ternura veía como disfrutabas. 

Pensabas que yo era el héroe, de todas esas hazañas, 

que yo te contaba, hija, pero hoy no recuerdas nada.

Leerte un cuento en las noches, ¡Que experiencia más hermosa! 

El Lobo,  los tres Cerditos  y la Caperucita Roja ;

Pinocho y sus amigos,  también el Gato con botas;

Blanca Nieves  y La bruja, me los sabía de memoria.

Luego querías dormir a mi lado abrazada;

para no aplastarte, hija,  yo siempre me desvelaba;

pero así  era muy feliz, al sentirte en mi espalda;

sonriente y quizás soñando, con esos cuentos de Hadas.

Pero el tiempo fue pasando y creciste,  hija mía;

poco a poco de mi lado, te me ibas cada día.

Ya no te conté más cuentos, porque ya estabas crecida;

Y los cuentos son hermosos, pero la vida  es la vida. 

Y de niña  pequeñita, llena  de inocencia y paz, 

te convertiste  en princesa, muy hermosa y muy capaz;

te fui perdiendo de vista,  muy alto  te vi volar;

y aquellos cuentos bonitos, no los querías ya escuchar.

¿Por qué tanta indiferencia, que me rompe el corazón?

¿Sería que yo sin saberlo, corté la comunicación?

¿Y tengo yo que empezar, a darte a ti la razón?

¿O sería que envejecí y me volví muy cansón?

Hoy anhelo un gesto tuyo, que me demuestre tu amor;

que me hagas sentir amado, así como te amo yo;

como cuando eras niña, que no había nadie mejor

que este hombre que hoy te escribe, con un poco de dolor.

De haberlo sabido hija, te hubiera abrazado más;

te hubiera contado mas cuentos, antes de verte volar. 

Hubiera inventado historias, que nos hicieran soñar;

todo, con tal que nunca tú me fueras a olvidar.

Pero hoy sé que la vida, debe siempre continuar;

y un futuro promisorio, te tienes que procurar;

para que llegues mas alto de lo que pude llegar 

y que la bendición de Dios, jamás te pueda  faltar.

De rodillas al Dios Santo, siempre le pido por ti;

Que dondequiera que vayas, seas hija, muy feliz.

Que tengas un hogar hermoso y que te haga vivir

largos, muy largos años, sin que tengas que sufrir.

Que tengas un buen esposo, hijos y prosperidad;

que seas muy bien bendecida y no tengas que llorar; 

que triunfes en lo que hagas y que tengas siempre paz

y que no te apartes nunca, del bien ni de La Verdad.

Y mañana con mis nietos, volveré a comenzar

a contarle aquellos cuentos que te hacían suspirar, 

y recordaré junto a  ellos esa  gran  felicidad

y pensando que eres tú, los disfrutaré mucho más.

Y cuando seas adulta y comprendas qué es ser padre, 

vendrás y me arrullarás como si fueras mi madre;

para entonces, yo estaré muy sensible como nadie

y muy anciano tal vez, deseando que me hables.

Tal vez tú me cuentes cuentos, tal vez me lleves al parque;

tal vez me cantes canciones, como yo solía cantarte;

tal vez me dejes dormir, cuando sentado me pase

Y seguramente hija, pensaré que eres mi  madre.

Y si algún día no te digo todo cuanto te he amado, 

aprovecho la ocasión,  por si después no lo hago,

porque podría suceder que después de muchos años, 

mi memoria quizás falle y  me olvide de expresarlo.

Yo te amo hija mía, como no he amado a nadie;

Desde que eras muy niña, te arrullaba con donaire, 

y cuando tú te dormías, conversaba con Dios padre. 

Pedía en silencio por ti, para no ir a despertarte.

Ahora que estás a punto de volar mucho mas alto, 

podríamos aprovechar y hablarnos de vez en cuando;

Como dos buenos amigos y  disfrutar muchos ratos, 

para cuando estemos lejos, no nos extrañemos  tanto.

Dios te bendiga hija mía, y te llene de Su Unción. 

Que donde quiera que vayas, te lleves mi bendición;

que el bien y la misericordia te sigan como hasta hoy;

que los ángeles del cielo, te den siempre protección.

Autor : Carlos Alberto Velazco 


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