El polémico tema del aborto.

 



Voy a abordar el polémico tema del aborto desde una nueva perspectiva, tratando de reconciliar un irrestricto amor a la vida con el respeto a la libertad de criterio de cada mujer.

Primero, partamos de que la vida es algo sagrado. La sola concepción es un acto de magia pura que muchos olvidan comprender así.


La vida es algo con lo que definitivamente no se juega, y debe quedar muy claro que no es correcto quitar la vida a alguien tan indefenso.


Pero vayamos más al fondo del asunto y comprendamos que para alguien tan indefenso la vida depende no sólo de físicamente nacer sino –principalmente-- del amor que reciba de su madre.


Mientras sigamos pensando que traer al mundo niños no deseados es darles vida, seguiremos en ese esquema de valores que da más importancia a la forma más que al fondo de las cosas.


Seamos pro-vida, pero en el sentido cabal. No es justo para un potencial bebé insistir en que nazca cuando su madre no está dispuesta a entregarse a algo tan mágico como la maternidad.


Soluciones realistas


Segundo, seamos realistas. ¿Queremos que haya menos abortos? Dejemos de perseguir a las mujeres que se lo practican.


Es más humano y más eficiente regular de cerca los abortos, como ocurre en muchos países europeos.


Por ejemplo, charlas personalizadas a las mujeres que acuden a practicárselo sería la manera más efectiva de prevenir futuras incidencias (o de que en ese momento desistan de hacerlo).


No tiene sentido tampoco que se prohíba la práctica del aborto en los buenos hospitales, pues eso no detiene la proliferación de prácticas clandestinas.


Estas charlas buscarían concientizar a quienes acudan respecto a que una vida es sagrada y que abortar no es algo bueno. Y sobre todo, dar educación sexual.


En nuestras sociedades conservadoras la educación sexual que dan las madres a sus hijas por lo general es tremendamente defectuosa, y la sociedad tiene que asumir ese rol.


Esta campaña, aparte de llegar a las mujeres que acuden a practicarse abortos, podrían complementar con charlas intensivas en colegios y universidades.


¿Financiamiento?


Un programa de este tipo sería costoso de mantener, pues requeriría la contratación de muchos profesionales.


Pero a la sociedad le convendría pagarlo, si en efecto resulta un método efectivo para disminuir el número de abortos.


Y de desgracias ocurridas por muertes por abortos anti-higiénicos, y de vidas destruidas por complejos de culpa no resueltos.


Y sobre todo, un método para reducir el número de nacimientos no deseados.


Después de haber recibido charlas personalizadas, las mujeres cobrarían conciencia de la gravedad del problema (son personas, no animalitos salvajes), y tendrían información de cómo evitar embarazos hasta el momento en que estén listas.


Nuestra actitud podría evolucionar hacia convertirnos en sociedades donde los niños crecen con amor, y donde no se encierra a las personas que no han aprendido a amar.


Fundamentalismo bienintencionado


Las reglas tienen que tener necesariamente un margen a interpretación, so pena de cometer graves errores.


Es verdad que no hay que matar, pero también es verdad que un niño para crecer necesita algo más que comer y dormir. Necesita amor.


Es posible que el mundo está como está por la enorme cantidad de niños no deseados en el mundo, que luego se volvieron adultos sin amor en su vida.


Sería interesante experimentar qué ocurre en una sociedad donde se empiezan a dar cada vez menos nacimientos no deseados.


Quienes se practican abortos suelen ser mujeres mal informadas, no criminales. No es justo que se las mande a la cárcel.


La historia no se cansa de demostrar una y otra vez que la fuerza no aporta soluciones de fondo a los problemas.


La verdadera fuerza en el mundo es el respeto y lo más importante para todos ha sido, es y será el amor. ¿Más importante que comer y dormir? Yo creo que sí.


Reflexiones adicionales


Según un escalofriante estudio realizado en Ecuador por el Centro de estudios de la mujer CEPAM, la mayoría de las mujeres que abortan no son adolescentes.


Son madres de familia que viven en la extrema pobreza y ya tienen cuatro, cinco o seis hijos.


Según el estudio, la edad de estas mujeres fluctúa entre los 29 y 49 años y definitivamente no pertenecen al grupo que "tiene sexo irresponsablemente y por diversión".


Ellas reportan un promedio de ocho abortos en toda su vida. En su medio no se usa la contracepción porque no tienen suficiente información o porque les han dicho que la píldora las dejará ciegas o las enfermará de alguna manera.


Algunas por motivos religiosos. La mujer promedio que aborta en Ecuador y por extensión en muchos países latinoamericanos lo hace principalmente por falta de educación sexual para prevenir embarazos no oportunos.

Desconozco autor

Comentarios