EL HOMBRE QUE REVOLUCIONÓ CULTURALMENTE AL-ÁNDALUS



Un 22 de septiembre como hoy, pero del año 852, muere en Córdoba el emir omeya Abderramán II, bajo cuyo reinado esta ciudad adquirió resonancia universal. Abderramán II fomentó las ciencias, las artes, la agricultura y la industria. Durante su reinado se introdujo en al-Ándalus el sistema de numeración indo-árabe, llamada de posición, con base decimal. Inició, desde antes de ser proclamado emir, una biblioteca que llegó a ser numerosísima, para lo cual encargó a personas de alta cualificación que le trajeran de Oriente los ejemplares más interesantes y de mayor aportación al saber, comenzando de esta forma una buena colección de libros. Atrajo a Córdoba a los más ilustres sabios de su época y cultivó personalmente la poesía. Su brillante corte, en la que se rodeó de sabios, alfaquíes, literatos y poetas áulicos, estuvo dominada por figuras como Ziryab, célebre músico a quien mandó venir de Bagdad, le hizo grandes concesiones y le asignó generosos emolumentos, pues le regaló un palacio y recibía mensualmente doscientos dinares, y su nombre venía en la nómina de pagos inmediatamente tras los visires. En la corte cordobesa se convirtió en un personaje muy conocido y fue considerado el árbitro de la elegancia en el mundo islámico. Influyó en la vestimenta, la cocina o el mobiliario de los que le rodeaban e introdujo novedades tanto de uso social como musicales. Al-Maqqari declara que «nunca hubo, antes o después que él, un hombre de su profesión más amado y admirado».
En la música, sus innovaciones musicales tuvieron también una fuerte influencia. Con Ziryab entraron en al-Ándalus las melodías orientales de origen grecopersa que serían la base de buena parte de las músicas tradicionales posteriores de al menos una parte de la península ibérica. Añadió al laúd una quinta cuerda y sustituyó el plectro de madera (pieza que se agarra con la mano y que pulsa las cuerdas) por otro fabricado bien con uñas, pico o los cañones de las plumas de águila. Asimismo, también tintó las cuerdas con colores que simbolizaban los humores aristotélicos, representando la quinta cuerda el alma.
Estableció uno de los primeros conservatorios de música del mundo en Córdoba. Esta escuela incorporó estudiantes femeninos y masculinos que llegaron a ser muy populares entre la aristocracia. Según Ibn Hayyan, Ziryab les evaluaba con pruebas, si el alumno no tenía una gran capacidad vocal, por ejemplo, les ponía piezas de madera en la mandíbula para mantener su boca abierta o les ataba una cuerda alrededor de la cintura para que respiraran de manera particular. De esta manera todos los estudiantes debían cantar todo lo alto que pudieran y mantener la nota para observar su capacidad pulmonar.
Ziryab se convirtió en árbitro de la gastronomía a la moda, «revolucionó la cocina local» introduciendo nuevas frutas y verduras como el espárrago, indicó que los platos fueran servidos en manteles de cuero y asentó el menú de tres platos separados: la sopa, el plato principal y el postre.​ Introdujo recetas de la cocina bagdadí (una de las recetas se conserva hoy en día con su nombre: el ziriabí).​ También asentó la utilización de copas de cristal para las bebidas, que eran más efectivos que el metal. Esta afirmación se corrobora con escritos que confirman que cortaba grandes copas de cristal. Antes de su llegada, la comida se servía en bandejas directamente sobre la mesa, como era el caso en la Antigua Roma. Además, se le atribuye el invento de las albóndigas, para poder comer un trozo de carne de manera prolija mientras se realizaban otras tareas.
Pero Ziryab también fue considerado como un «gran iniciador de modas de su época», creando tendencia en la vestimenta, los peinados y la higiene. Sus alumnos trasladaron estas modas por toda Europa y el norte de África. Creó un nuevo tipo de desodorante para evitar los malos olores​ y promovió los baños matutinos y vespertinos con el objetivo de enfatizar el cuidado de la higiene personal. Además, se cree que Ziryab pudo desarrollar una especie de pasta de dientes que se popularizó en todo al-Ándalus. Sus ingredientes se desconocen, aunque algunas referencias lo describen como «funcional y de agradable sabor».
Según al-Maqqari, antes de la llegada de Ziryab, en la corte de Córdoba, tanto hombres como mujeres llevaban el cabello largo y sin flequillo hasta los hombros. Ziryab puso de moda el flequillo liso hasta las cejas, «nuevos peinados cortos dejando al aire el cuello, las orejas y las cejas». Asimismo, popularizó el afeitado y nuevos cortes de cabello para los hombres. La realeza solía lavarse el cabello con agua de rosas, pero Ziryab introdujo el uso de sal y aceites perfumados para mejorar el estado del cabello. Algunas fuentes alegan que abrió al público salones de belleza para las mujeres de la élite cordobesa,​ aunque no existe constancia en referencias tempranas.

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