Matar un ruiseñor.



“Antes de poder vivir con otras personas tengo que vivir conmigo mismo. La única cosa que no se rige por la regla de la mayoría es la conciencia de uno”.


“Nunca conoces realmente a una persona hasta que no has llevado sus zapatos y has caminado con ellos”.


“Si consigues aprender una sola cosa te llevarás mucho mejor con tus semejantes: nunca llegarás a comprender a una persona hasta que no veas las cosas desde su punto de vista”.


“Hijo mío, hay muchas cosas feas en el mundo, me gustaría que no las vieras, pero no es posible”.


“Matar a un ruiseñor es un grave pecado, porque lo único que hace es cantar para regalarnos el oído”.


Frases (y reflexiones) de cine (y de literatura) a través de la obra maestra del gran ROBERT MULLIGAN, un director que creo casi un subgénero con características propias sobre la infancia y adolescencia en el Hollywood clásico. Hablamos de su película del año 1962, "MATAR A UN RUISEÑOR / To Kill a Mockingbird".


Basada en la novela homónima de Harper Lee (merecedora del Premio Pulitzer en 1960) narra el drama racial contado a través de los ojos de una niña. Atticus Finch (Gregory Peck) es un honesto abogado viudo con dos hijos pequeños (Scout y Jem) que vive en una pequeña ciudad del estado de Alabama en la década de 1930. Fiel a sus principios, decide defender a un hombre afroamericano acusado de violar a una mujer blanca, enfrentándose a los prejuicios del profundo sur norteamericano. Atticus está convencido de la inocencia de su cliente, pero se verá atrapado en una espiral de xenofobia y racismo.


Sus hijos, que han aprendido de su padre a no juzgar a nadie por su apariencia, conocen a un personaje marginado en la ciudad, Boo Radley (un Robert Duvall en su primera aparición en el cine). Precisamente la película está narrada desde el punto de vista de la hija Scout (magnífica Mary Badham), una inquieta niña que despierta a la realidad asistiendo a lo que se experimenta cuando uno se topa con la injusticia y la arbitrariedad.


Frente a tantos autores que se desentienden de las adaptaciones de sus obras al cine, HARPER LEE estaba tan entusiasmada que le regaló a Gregory Peck un reloj que había pertenecido a su padre: "me recuerdas tanto a él que quiero que lo tengas tú", le dijo. El anecdotario de Hollywood nos recuerda que Gregory Peck llevaba puesto el reloj en el momento en que recibía de manos de la actriz Sophia Loren el único Oscar de toda su carrera. El filme triunfaba así mismo en la categoría de guión adaptado y dirección artística; recibió otras cinco nominaciones, entre ellas para la niña Mary Badham, como actriz secundaria.


Pero "Matar a un ruiseñor" alcanzó más tarde otra distinción quizá más significativa: una reciente encuesta desarrollada por el American Film Institute colocó al personaje de Atticus Finch en el primer lugar entre la nómina de héroes favoritos del cine, junto al Dr Hanibal Lecter ("El silencio de los corderos", Jonathan Demme, 1991) y por delante de Indiana Jones ("En busca del arca perdida", Steven Spielberg, 1981), Norman Bates ("Psicosis", Alfred Hitchcock, 1960), James Bond ("James Bond contra el Doctor No", Terence Young, 1962), Dark Vader ("Star Wars: Episodio V-El imperio contraataca", Irvin Kerhner, 1980), Rick Blaine ("Casablanca", Michael Curtiz, 1942) o Will Kane ("Sólo ante el peligro", Fred Zinnemann, 1952).


Atticus Finch es ya un personaje elevado a la categoría de inolvidable gracias, sin duda, al carisma de Gregory Peck, uno de los actores clásicos del clásico Hollywood. Porque a nuestro mundo actual le faltan valores y le sobran familias desestructuradas, a veces sin figuras maternas y paternas sólidas. Nuestra sociedad y las familias necesitan un Atticus Finch en sus vidas, un padre como él.


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